Acusaciones y descalificaciones sin una sóla idea. La política argentina se ha convertido en un cruce interminable de insultos y Mar del Plata no es la excepción.
Lejos quedaron los tiempos en los que los agravios se resolvían en el campo del honor. Porque aún con problemas aún tenemos campo pero lo que parece haber desaparecido es el honor.
Scioli y Randazzo se insultan y descalifican, Lilita hace años que sólo conoce la denuncia como forma de hacer política, los radicales se agravian y ya no pueden ni siquiera hablar, la primera magistrada del país reparte insultos con el ritmo de una ametralladora, y todo así.
Y ese ejemplo que baja desde las principales marquesinas se multiplica hasta el paroxismo en los niveles provinciales y municipales.
Pareciera que para nuestra dirigencia sólo importa cuan descalificable es el adversario y que con eso alcanza para la propia afirmación. ¿Cuánto hace que usted no escucha una sola propuesta concreta con medidas que sirvan para resolver nuestros problemas?.
Mar del Plata no es la excepción y la imagen que en los últimos meses ha dado el espectro político es casi prostibularia.
En las últimas horas el cruce entre la UCR y el partido de gobierno parece haber marcado un límite. Conferencias de prensa para cruzar imputaciones, denunciar al otro como delincuente y erigirse en jueces que condenan sin juicio previo ocuparon el escenario de una ciudad azorada, cansada y asqueada.
Mientras esperamos dejar de ser el conglomerado con el mayor índice de desocupación, resolver el problema cada vez más grave de la inseguridad, que nuestros chicos comiencen por fin las clases en plenitud, que la pesca no quede limitada a un señor esperando lánguidamente con una caña en una escollera o que alguien se lleve nuestra basura y no nuestra billetera, los «señores» dirigentes se insultan, se amenazan y se «carpetean» como stiusos del subdesarrollo con perfiles caribeños.
Alguien tiene que animarse a decirlo: nos estamos cansando de esta versión cloacal de una democracia que así planteada no nos sirve.
Y no somos golpistas, no somos facistas ni somos desestabilizadores. Tan sólo nos cansamos de ser rehenes de semejante putrefacción dirigente.
Y punto.