Lo que espera el gobierno: ¿lloverán por fin las esperadas inversiones?

Por Fernando V. AlfonsoPara que la Economía de cualquier país entre en fase de crecimiento, tienen que aumentar algunos de los componentes de su demanda agregada.

Fernando V. Alfonso

Para que la Economía de cualquier país entre en fase de crecimiento, necesariamente tienen que aumentar algunos de los componentes de su demanda agregada, a saber: Consumo Privado, Gasto Público, Inversión o Exportaciones. De todas estas variables hay dos que son superiores, la Inversión y las Exportaciones, en ese orden.

Esto es así, por el peso macroeconómico de los determinantes de estas dos locomotoras del progreso sólido de toda Economía. Hoy vamos a ocuparnos de la mejor de todas: La Inversión, que con lógica ortodoxa, es la elegida por los actuales gobernantes para producir el despegue de nuestra alicaída realidad.

Primer debemos recordar que cuando hablamos de Inversión nos referimos al aumento neto de capital que producen los empresarios privados, y esto tiene dos vertientes: la Inversión bruta fija, y la variación de stoks. La más dinámica es la primera, porque tiene el mayor efecto multiplicador del PBI.

Una vez más, debo citar al economista inglés John Maynard Keynes quien puso en blanco sobre negro esta teoría. En su célebre tratado «Teoría general del Empleo, el Interés y el Dinero», este autor definió de manera indubitable los dos determinantes de la Inversión: La tasa de interés, y las expectativas de los empresarios.

A la relación entre la tasa de interés y los montos destinados a invertir, Keynes la estableció como inversa. Esto señala que cuanto más alta sea la tasa de interés, menor será la demanda de fondos de inversión, y viceversa. Lógica inconmovible, si un empresario obtiene un retorno financiero neto mayor que la tasa interna de retorno de su inversión productiva, derivará su dinero a cualquier colocación segura en los mercados de capitales, y hará lo contrario si la tasa de interés es inferior a la que le reportará su proyecto.

Son decisiones que jamás se toman de un día para otro, recordemos que la inversión bruta fija se refiere a: construcción de edificios, maquinarias, transportes, procesos tecnológicos y amplios etcéteras. Sin dudas, la Inversión va de la mano de los largos plazos.

El otro determinante keynesiano de la Inversión, las expectativas empresariales, es mucho más gelatinoso porque en el terreno entran las condiciones naturales, la geografía, los eventuales conflictos, y en particular la política y toda su carga de regulaciones y cosas raras.

El actual gobierno argentino, heredero ilegítimo de un estancamiento real, que el anterior gobierno celebraba infantilmente como «…crecimiento industrial de matriz diversificada con inclusión social…» y otras zonceras al tono, decidió romper la inercia con algunas medidas tendientes a mejorar las expectativas de inversión de los empresarios, sobre todo los foráneos. Somos testigos del empeño del Presidente Macri, corriendo de un lado a otro del mundo para señalar a eventuales emprendedores cuanto hemos cambiado los argentinos, y lo conveniente de elegir a nuestro país para «enterrar» su dinero, en nuestro suelo.

Es una postura demasiado optimista, casi ingenua. Vemos como todos los auditorios de inversores, aplauden a un Ingeniero empresario que les habla en inglés, pero en privado escuchan a sus asesores recitar la misma letanía: ojo con estos tipos, son los mismos que entran en default a repetición, los que no pueden controlar su inflación, los que pueden cambiar sus regulaciones como cambian de camisa, los que son incorregibles con sus déficit fiscales, etc. Y es así como se forjan las expectativas.

Mientras tanto, los argentinos vemos que las inversiones no llueven.

Dedico esta columna a nuestro Ex Presidente Julio A. Roca, quién entendió todo esto antes que Keynes.