Los argentinos nos preguntamos que pasa con el gobierno de Macri

RedacciónInflación, desempleo creciente, falta de inversiones y anuncios que nunca se concretan. Pero seguramente lo más grave es el festival Lebac y las crecientes denuncias de corrupción.

Pasó con Alfonsín y su gobierno estalló, se repitió con Menem y la economía argentina quedó condicionada hasta estallar en 2001 cuando la administración De la Rúa quiso cambiar la realidad por un bono en el insólito Megacanje. Y vuelve a repetirse con Mauricio Macri a una velocidad que asusta, si se tiene en cuenta que apenas transcurre un año y medio de su gobierno.

El volumen de Lebacs está 20 puntos porcentuales por encima de lo que esperaba el Gobierno. De acuerdo a los pronósticos del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, a esta altura del año la cantidad de Letras del Banco Central (Lebacs) no llegarían al 100% de la Base Monetaria y hoy representan el 104% y el 120% si se suman los pases pasivos. Pero además representan el 8,5% del PIB sin contar los pases.

Otra vez la «fiesta financiera está entre nosotros» y más allá de las explicaciones a favor o en contra del sistema, la realidad indica que cuando el país deba afrontar el pago del nuevo bono estrella no habrá fondos suficientes en el Central ni en el tesoro, ni en el Nación para lograrlo.

El contexto no es para nada alentador: el despegue económico no amanece y las expectativas del crecimiento del PBI, aún siendo ciertas, no llegan en modo alguno a equiparar la velocidad del endeudamiento. Por eso la ecuación es muy sencilla: aunque la Argentina abandone la recesión no hay forma de alcanzar el sprint que ha tomado el dislate financiero.

Y como para muestra basta un botó, el BCRA ha devaluado frenéticamente esta semana de forma tal que el brote inflacionario está a la vuelta de la esquina y, una vez más, será la gente la que pague la fiesta de los bonos. ¿No le suena a historia conocida?.

Mientras la economía vuelve a meterse en un cuello de botella sin que nadie sepa, quiera o pueda ponerla en control, la impunidad de los máximos responsables del saqueo argentino y la creciente sensación popular de una cobertura que cuida que se mantengan en secreto sociedades «non sanctas» del pasado, ponen a la sociedad de cara al fantasma de la corrupción que, como en Brasil, parece ahora un espacio común de toda la dirigencia.

Y la gente, sobre todo quienes apoyaron el cambio en 2015, comienza a preguntar, con angustia y naciente desconfianza, que es lo que pasa con el gobierno de Cambiemos. 

Cuidado; la reiteración de los vicios acorta siempre el período de abstinencia. ¿Se entiende?