Hasta no hace mucho los marplatenses acompañaban con muestras de adhesión el reclamo de los educadores. Hoy su protesta recoge indiferencia y repudio . ¿Tomarán nota?.
Hace un tiempo LIBRE EXPRESION recogía con alegría las muestras de afecto y adhesión que los marplatenses dedicaban a los investigadores del CONICET que manifestaban frente a las puertas del municipio por un recorte presupuestario que por fin, ante la presión de la opinión pública, no fue (La sabia vara de la gente).
También nos hicimos eco del acompañamiento que los actores culturales de la ciudad tenían de los ciudadanos cada vez que salían a exigir cambios en la dislocada política municipal que llega desde el área que comanda -si es que así puede decirse- la singular Silvana «La Tanqueta» Rojas, seguramente la funcionaria que más repudio ha concitado en toda la historia de la democracia moderna marplatense.
Ambos casos demuestran claramente que los habitantes de Mar del Plata-Batán saben estar junto a quienes luchan por una educación y una cultura superadoras que devuelvan a nuestros niños y jóvenes al perdido camino del conocimiento, alejándolos de este oscurantismo cultural que ha llegado a las ideas, al lenguaje, a las modas, al respeto por el propio cuerpo, y hasta a las decisiones que toman al momento de resolver su vida.
Por eso no extraña que esta mañana, durante la protesta de los docentes frente al palacio municipal, la actitud fuese muy otra: indiferencia, comentarios ácidos y despectivos y claras muestras de enojo con quienes una vez más usan a nuestros hijos como carne de cañón de sus aspiraciones personales y, lo que es peor, estrategias político-ideológicas.
La gente percibe que el conflicto se limita a parte de la estrategia de un sector del peronismo para lesionar la figura de la gobernadora provincial y por elevación del presidente de la república. Y sabe que es la continuidad de un tiempo en el que se empujó a nuestra juventud a abandonar los estudios para convertirse en amanuenses de los planes sociales, integrando un enfermizo ejército de leales por la fuerza que se convirtieran en capital cautivo de un proyecto político.
La sociedad se está cansando de este genocidio educativo y cultural que pretende disfrazarse de derechos laborales para esconder la vena del peor de los populismos: ese que desprecia las aulas, el trabajo y la creación, porque necesita una sociedad embrutecida para lograr sus objetivos.
La gente lo percibe…y ya se está cansando.