La familia Pettineroli, integrada por inmigrantes argentinos de distintas generaciones que recorrieron el mundo, se reunieron en Mar del Plata a pasar las Fiestas y reencontrarse con sus propios recuerdos.
Dimas de 80 años y su mujer que viven en Venezuela (pero quedaron varados por la pandemia en Bahía Blanca), sus hijos Soledad y Fernando que están radicados en Miami y los tres nietos que nacieron en Estados Unidos acomodaron sus agendas para vacacionar en La Feliz y poder volver a aquella «vida anterior» en el país. Menos los más chicos, todos pasaron un tiempo importante en Mar del Plata, donde disfrutaron a pleno allá lejos y hace tiempo.
La familia completa pasó por “Un Lugar en el Mundo”, el programa de Florencia Cordero en Radio Brisas, para compartir esa particular experiencia como inmigrantes en Venezuela y Estados Unidos con una mezcla inexplicable de alegría y nostalgia al pisar nuevamente territorio argentino.
Tras 26 horas de viaje y 19 años sin visitar Mar del Plata, Soledad llegó con muchas ganas de ver sus lugares en la ciudad y mostrarle a su hija Sofía de 18 años las locaciones de todas las historias que le ha contado.
En plena mudanza a Miami y trabajando en el área de Dermatología, Soledad transita la vida en su cuarto país y asegura estar feliz de representar a su ciudad y al país en donde sea que esté. Su partida de Argentina fue totalmente accidental. Se graduó de la Universidad como Licenciada en Turismo y con la idea de hacer unas pasantías mandó un fax a dos hoteles cinco estrellas en Isla Margarita.
Con su cachorro dálmata y su valija, Soledad se fue con la idea de un viaje de tres meses y se encontró con la sorpresa de no tener lugar a dónde volver cuando toda su familia decidió mudarse a la isla con ella. Pero con la llegada de Chávez al poder en Venezuela, la mejor opción fue seguir su vida en el territorio norteamericano. “Nunca fue una decisión de irse sino más bien de seguir la corriente, seguir los acontecimientos”, explicó.
Sofía, su hija, de padre cubano y nacida en Estados Unidos, no renuncia a su sangre latina y a pesar de encaminar su vida hacia la medicina en una Universidad de Miami, guarda el deseo de vivir en Mar del Plata. “Es como volver a una casa que no es tu casa pero es tu casa en tu corazón”, afirmó con tanta frescura como convicción.
Por otro lado, Fernando vivió su estadía en Mar del Plata como un sueño que fue guardando y alimentando a través del tiempo: la idea de poder volver con el equipo completo a la ciudad y reencontrarse con los afectos siempre persiguiendo la idea de estar en algún lugar donde todo funcione mejor. “Te pega el aire en la cara ni bien te bajas del bondi, es una sensación particular de estar transitando tu ciudad”, contó.
Él partió en 1996 de Mar del Plata y años después en Venezuela debió dejar su firma, negocios exitosos y casos grandes sin cobrar ante la imposibilidad de trabajar en mejores condiciones. Empezó de nuevo en Miami con papeles e idioma en contra y hoy en día trabaja en una empresa del rubro inmobiliario en la que se siente más que cómodo.
Fernando volvió a respirar aire marplatense acompañado de sus dos hijos, Steffano y Layla, que no hablan español pero recibieron un curso intensivo del idioma mientras aprendían las cosas de la vida anterior de su familia en la costa atlántica.
“Cuando los ponía a dormir le contaba las historias con mis amigos y ahora se encuentran con los nombres de las historias que han escuchado por años”, señaló emocionado. Visitaron los lugares donde la familia vivió, las oficinas donde trabajaron, su anterior estudio jurídico, su casa por años en Cabo Corrientes, Playa Grande, el Palacio del Bife y la Reserva de los Lobos. “Los lugares típicos que uno ve como turista pero que son propios”, aclaró.
A su vez, Dimas y su esposa llegaron al país el 15 de marzo y cinco días después quedaron varados en el país debido a la falta de vuelos hacia Venezuela (inclusive en la actualidad). Habiendo dejado la casa, la heladera llena y el auto allá, decidieron instalarse en Bahía Blanca y empezar a trabajar como asesores generando un espacio de trabajo totalmente impensado.
Con el tiempo se fueron liberando de la preocupación tan grande que tenían de haber dejado todo sin poder volver y agredecen a sus vecinos que les miran sus cosas y se encargan de cuidar los bienes. “Lo procesás con el olvido. Nos hace pensar en perderlo todo. Por suerte, las propiedades no fueron usurpadas ni tocadas”, afirmó Dimas.
Con la mente positiva sostiene que todos los tiempos son buenos si uno los sabe trabajar y negado con la posibilidad de vivir en Estados Unidos sueña con conservar alguna de las propiedades en Venezuela para poder vacacionar.
Por su parte, Fernando asegura que vivir en Estados Unidos requiere una dedicación laboral como meta que deja muy poco tiempo para uno mismo. Al ganar más, las responsabilidades aumentan y el tiempo escasea. Sin fecha de retiro en mente, hay una valoración de la experiencia y ambos hermanos repiten la tradición de sus padres confiando en el trabajo como receta para mantenerse bien. “Los argentinos nos adaptamos rápido a cualquier ambiente”, argumentó.
Escuchá la charla completa de Los Pettineroli con Florencia Cordero en Radio Brisas