Los que cuestionan el desfile del 25 toman a los argentinos por imbéciles

Escribe Adrián FreijoSolo un grupo de enfermos ideológicos, sabedores de la cantidad de argentinos que han caído en las redes de sus mentiras y coartadas, puede cuestionar que una parada recuerde la fecha patria fundacional.

Los cuestionamientos al desfile militar del 25 de Mayo que surgiron desde la aceitada maquinaria kirchnerista es seguramente la muestra más grosera posible de la subestimación que desde allí surge hacia un porcentaje demasiado grande de la sociedad que, por necesidad, torpeza o desconocimiento, ha adherido a una doctrina funanbulesca que pretendió recrear la historia a su gusto y placer hasta el punto de pretender que un mediocre presidente, con una acumulación de fracasos funcionales y personales digno del libro Guinnes, fue un prócer de la nacionalidad.

¿Se imagina usted a San Martín, Sarmiento, Moreno, Belgrano o Castelli comprando periodistas para que los halagaran?; ¿a Saavedra, Paso o Dorrego arrastrando cuadros de Cisneros, Sobremonte o Fernando VII por La Alameda?; ¿a López y Planes o Blas Parera contratando al Tula para la presentación del Himno o al Rector Alberti convocando a un parricida para administrar el Real Colegio de San Carlos?.

Argentina es un país que nació y vivió de la continuidad. Ni un autócrata como Juan Manuel de Rosas se sintió tentado de borrar de la historia nacional al Padre de la Patria -sabiendo que siempre estaría por sobre él en la consideración de la gente- ante quien inclinó su soberbia testud para expresarle su admiración.

Como el propio Justo José de Urquiza lo hizo frente a su vencido, ofreciéndole sus sueldos de jefe de estado para que pudiese afrontar con dignidad el obligado exilio.

Podríamos seguir, sin solución de continuidad, encontrando casos de respeto por los antecesores- Y claro que también podríamos encontrar tristes ejemplos de lo contrario, aunque ellos comenzarían a aparecer desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días.

Tiempos en los que también Perón se abrazó con Balbín, Menem visitó en su lecho de enfermo al Alte. Isaac Francisco Rojas o Alfonsín ofreció la presidencia de la Corte Suprema a su vencido Italo Lúder.

Es claro entonces que nuestra historia es un faro de grandezas salpicado por lunares de miserias que la marcan pero no la definen.

Pretender entonces que un desfile refiere a Videla es poner a este en un pie de igualdad con San Martín. O que realizarlo es reivindicar al ejército de Galtieri o de Massera es poner bajo la alfombra al de Chacabuco, Maipú o al de la libertad de Chile y Perú.

Solo mentes enfermas, sostenidas por varios millares de fanáticos estúpidos que solo añoran el peso en el bolsillo sin esfuerzo alguno y otros tantos incultos animadores de la ideología sin historia, pueden confundir en forma semejante la historia de la patria. El resto son los perversos que buscan volver al poder enencados en el odio, la mentira y la histeria que les permita seguir robando al país hasta quedarse con la última gota de sangre de sus hijos.

Pero ha llegado el momento de preguntarnos si no es esta la hora de gritar ¡¡¡ BASTA !!!  y exigir al gobierno que cambie su prolija indiferencia por una pasión patriótica que ponga fin a este uso bochornoso de la historia y del presente.

Porque la tibieza, muchas veces, es traición.