«Macri, basura, vos sos la Dictadura» gritan los defensores de Milani, los que denostaron a Ernesto Sábato y acusaron a Raúl Alfonsín de «no hacer nada para conocer la verdad». Patético.
Colgaron en el Cabildo una bandera de Montoneros, aquella organización que atentó contra un gobierno constitucional y cuyos jefes terminaron negociando con Emilio Eduardo Massera en Roma, entregando a miles de sus compañeros en lo que pomposamente se llamó «La contraofensiva Montonera» y que no fue más que una obscena lista deslizada por Firmenich y Perdía en el bolsillo del Almirante Cero para que el gobierno militar pudiese esperar en Ezeiza, y cazar como ratas, a tantos imbéciles que creyeron en esos jefes mesiánicos que terminaron cambiándolos por un reaseguro de impunidad y un 40% del producto del secuestro de los hermanos Born, mientras el resto – o al menos lo que pudo rescatarse de la factura que por «alojamiento» les había pasado Fidel Castro- fue a financiar el efímero intento político del marino.
Defendieron a Julio César Milani, el general orgulloso que hoy está preso pero que tenía cada una de sus huellas digitales estampadas en la historia siniestra del soldado Ledo y la de otros muchos a los que señaló con su dedo de espía al servicio de la violencia, y que para Cristina era la flor innata del buen militar, a punto tal de merecer encabezar el Ejército Argentino, ese de los cuadros bajados de la ESMA y el de los negociados del Gral. Bendini en Santa Cruz, en sociedad con Néstor y Cía. que también fueron suficientes para encaramarlo al frente de un arma que en manos de los hoteleros del sur se había convertido en una extensión de la Inmobiliaria Sanfelice.
Muchos de ellos acompañaron a Menem en los indultos de los 90, cuando el peronismo había dejado de ser socialdemócrata con Cafiero para convertirse en neoliberal con «El Turco», a la espera de trocar en socialista con los «K».
Cantaron enfervorizados con el default, siguieron entusiasmados con la reformulación de la deuda que nos regaló Néstor y levantaron eufóricos la mano para aprobar el pago de Mauricio en el inicio de su mandato.
Putearon «el Pacto de Olivos» y berrearon por una reforma que permitiese una «Cristina Eterna» que solo cabía en sus calenturiantas mentes, frente a un repudio del 70% de la sociedad a la sola mención de la exitosa abogada en cualquier ámbito que fuese.
Fueron, vinieron, dijeron y se contradijeron, mintieron y se dejaron mentir, marcharon y se escondieron, aparecieron y lo hicieron con amnesia…dieron pena, una vez que dejaron de dar asco.
Y hoy le dicen al presidente que «es la dictadura». Y la acusación, en sus bocas, se convierte en un sayo que Macri deberá ponerse con alivio.
¿Se imagina Mauricio si estos tipos lo elogiaran?