Por Adrián Freijo – Mar del Plata es tan solo otra muestra. Autoritarismo para resolver lista única, ninguneo a los aliados, decisiones unilaterales en obras. Otra vez más de lo mismo.
Durán Barba se parece cada día más a Artemio López, Dujovne con sus números disparatados nos hace acordar a Axel Kicillof, Marcos Peña tiene el mismo autoritarismo rebuscado y de voz atiplada que Alberto Fernández, Dietrich posee la misma y compulsiva inclinación para favorecer empresas amigas y hacerlo sin licitación ni concurso que Julio De Vido, poco a poco la publicidad oficial comienza a ganar el fútbol, los programas de más ráting y demasiado espacio televisivo, siempre con la cara sonriente de Mauricio Macri en el cierre de cada spot.
Y María Eugenia Vidal, esa especie de Shirley Temple lugareña que vestida de Heidi saltaba por los Alpes bonaerenses, ordena al mejor estilo Cristina que en la provincia haya lista única aunque ello signifique esconder malos manejos, disparates administrativos y una inagotable dosis de corrupción. En Mar del Plata, por ejemplo.
Cambiemos venía a instalar la república, tras el estatismo populista del kirchnerismo. No lo logró…pero tampoco lo intentó. Se escondió un tiempo tras frases hechas, modales de salón, palabras suaves y decisiones brutales que se explicaban en la herencia recibida.
Hoy la tramoya está a la vista. Los pobres son más pobres, los viejos abandonados lo están más que nunca, los trabajadores caen día a día en el abismo del desempleo y los amigos del poder logran negocios millonarios que se asientan en el esfuerzo y la sangre de los más necesitados.
Los jueces amigos que no pudieron imponerse en la Corte por un decreto obsceno que insultaba el espíritu de la Constitución, llegaron de la mano de acuerdos y transas parlamentarias que le costaron al país U$S 2.500 millones de dólares en ampliaciones presupuestarias para las provincias cuyos gobernadores aceptaron cambiar votos por plata.
Hace apenas veinte días se reabrieron los juicios de los buitres –supuestamente terminados y cerrados– reclamándole al país U$S 2.000 millones. Casualmente en esos fondos funge como integrante alguna empresa de la familia presidencial.
No hubo lluvia de inversiones ni hubo cambio de categoría en nuestra condición de deudores del mundo. El gobierno dice que la culpa es de los empresarios…el mundo grita que es imposible invertir en un país en el que el poder sigue siendo una vía para regalar los dineros públicos a los amigos y parientes.
Macri necesitaba hacer creer que le interesaba la república; la alquiló a Lilita a su verdadero precio de mercado: adulación y espacio para continuar con sus eternas denuncias. Total…nadie las investigará jamás.
Y entre mentiras, ficciones y negociados, muchos siguen creyendo que algo ha cambiado en la Argentina.
Cristina libre, De Vido libre, D’Elía libre, Boudou libre, Aníbal Fernández libre; Nisman muerto y su muerte impune.
Solo un pequeño grupo de testaferros presos, pagando con algún tiempo de pérdida de la libertad tanto bienestar vivido y que jamás hubiesen conseguido en base a sus escasas capacidades.
En el medio, un ejército de seguidores que trata -de uno y otro lado- de justificar lo injustificable escondiendo tras «la grieta» la vergüenza de tener que defender lo indefendible. Y mirando para el costado cuando Cristina o Macri ordenan que «el estado son ellos» y que las listas serán las que ellos quieran; y punto.
Y la orden se cumplirá. Habrá lista única y se tirará bajo la alfombra la desvergüenza de impresentables como Carlos Arroyo al que se intentará salvar para no reconocer la impresentable decisión de llevarlo al poder desde la mentira, la ficción y la necesidad mutua: la de Zorro Uno buscando salvarse él y los suyos y la de Cambiemos tratando de sumar votos aún aliándose con el demonio mismo.
Podrá salir bien o mal; es lo menos importante. Lo realmente grave es que Macri & Cía. han dejado en claro que, una vez más, son la cara «prolija» de esa política corrupta que acogotó a la Argentina hace casi un siglo y que por cierto no tiene intención alguna de soltarla.
¿La república?…bien, gracias…