Mauricio Macri lo dejó en claro en un reportaje en el que diferenció entre los “stocks” que deja el kirchnerismo y los “flujos” de dólares que espera recibir mediante financiamiento externo.
“En el caso del cepo, para terminar, hay un flujo y hay un stock, el stock es todas las cosas que dejan ellos del pasado, importaciones, regalías, dividendos, se emitirá un bono y se le dirá a la gente ‘bueno lamentablemente esto es algo que pasó en el pasado, reconocemos que se debe’, porque está ahí, a pagar, pero nosotros no nos podemos hacer cargo hoy y empezamos con el flujo”, puntualizó el jefe de gobierno porteño en un reportaje que le concedió a Clarín, cuando le consultaron si estaba negociando con organismos internacionales de crédito.
En caso de que gane el ballotage, Macri tendrá un desafío doble. Ya que no sólo deberá cancelar los 9.000 millones de dólares que los importadores calculan que le deben a sus proveedores externos (de lo que no existen registros oficiales) y los u$s 10 mil millones de utilidades trabadas en el país por el cepo. También tendrá que hacerse cargo de las deudas como la que el propio gobierno tiene con las constructoras de caminos, por una cifra que estaría en torno a los $25 mil millones, sólo en Vialidad.
A ese número hay que sumarle las incontables deudas que se esconden en los pliegues del Ministerio de Planificación y otras carteras.
Lo cierto es que su equipo ya se puso a trabajar en este tema. Hace dos semanas, la mano derecha del líder del PRO, Nicolás Caputo, se reunió con los directivos de la Cámara Argentina de la Construcción y acordó saldar loas deudas con un bono voluntario, que -propuso- tendrá una quita nominal del 25%.
Acostumbrados a lidiar con los tiempos del Estado, los empresarios de la cámara aceptaron de inmediato, lo que dejó algo molesto a Caputo, cuando se dio cuenta de que podría haber negociado una quita aún mayor.
La oferta cerró para las constructoras porque acumulan demoras en los pagos por hasta 14 meses, y con un papel pueden comercializarlo en el mercado secundario para hacerse de dinero fresco.
Macri corre con la ventaja de haber estado en ambos lados del mostrador, desde que era empresario, hasta que saltó a la política y fue ungido alcalde porteño en el 2007. En ese entonces, tuvo que afrontar el agujero que le había dejado su predecesor, Jorge Telerman. Para consolidar las deudas, el candidato de Cambiemos debió emitir por lo menos dos bonos.
Desde allí el líder del PRO conoció las vicisitudes del trato con las constructoras. Sabe que no tiene necesidad de congraciarse, porque conoce sus manejos habituales, desde demoras para terminar las obras, hasta la determinación de precios.
Flujos y stock
En el partido amarillo creen que ocuparse de este “stock” de deuda llevará tiempo y tampoco es una prioridad, porque mientras negocian con las empresas del rubro, al mismo tiempo deben buscar fondos para iniciar obras y lograr que la economía vuelva a repuntar.
Macri planea hacer lo mismo en el caso de las deudas del sector privado que están en dólares, provenientes de importaciones realizadas pero no pagadas y de las utilidades que las multinacionales tienen frenadas en el país que por el cepo no pueden remitir la plata a sus casas matrices.
Si Macri gana, deberá afrontar una situación similar por la que pasó Carlos Menem en 1989. Cuando asumió, al riojano le apareció una deuda no registrada de unos U$S30 mil millones de la que se tuvo que hacer cargo con los bonos de consolidación de deudas previsionales, con proveedores y de regalías hidrocarburíferas (Bocones), que devengaban una tasa de interés en torno al 6%.
En el equipo de Cambiemos saben que la capacidad de endeudamiento de la Argentina es limitada y que los dólares que consigan no podrán destinarse exclusivamente a saldar las deudas que deja Cristina, porque si no, no quedará nada para las inversiones con las que el país podría volver a crecer.
Por eso admiten que el proceso de consolidación y negociación llevará su tiempo y no será una necesidad urgente.