Todos coinciden en que el triunfo de Mauricio Macri en la Argentina disparó la tardía reacción mundial contra el autoritarismo venezolano. El mandatario ha quedado jaqueado.
El Gobierno de Nicolás Maduro se encuentra bajo presión internacional como pocas veces antes. La escalada violenta contra la oposición, en plena campaña electoral, ha provocado la reacción de gobiernos, organizaciones internacionales y dirigentes políticos de América Latina y Europa, desde Naciones Unidas hasta Washington, desde la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea hasta los candidatos a la jefatura del Gobierno español. Y sin olvidar a países socios y aliados, que observan con desconfianza las acciones oficialistas.
Algo parecido a una rebelión diplomática, que además cuenta con un cabecilla procedente de la izquierda latinoamericana: Luis Almagro, secretario general de la OEA y ex canciller de José Mujica en Uruguay. Nada más conocerse el hostigamiento a los opositores y el asesinato del dirigente local Luis Manuel Díaz, Almagro enfatizó que «el asesinato de un dirigente político es una herida de muerte a la democracia».
Nicolás Maduro respondió con exabruptos, como solía hacerlo Hugo Chávez cada vez que alguien se atrevía a levantar la voz al chavismo: «Yo espero una rectificación, si es que le queda algo de ética y moral a la basura de Luis Almagro con el perdón de la basura, pobrecita señora basura que la comparé con Almagro».
El político uruguayo no se dejó intimidar y ayer declaró en su red social que «quien tergiversa mis palabras y usa la mentira como herramienta política carece de dignidad y eso es inadmisible». Y añadió: «La derrota de la violencia se dará cuando todos los venezolanos voten el 6-D en base a sus derechos, sin miedo y fieles a sus convicciones». La revolución se ha negado a aceptar que la OEA participe como observadora en las elecciones parlamentarias de la semana que viene.
La ONU acompañó a la OEA en sus reclamos, con palabras parecidas a las empleadas por la UE y por Amnistía Internacional. «Insto al Gobierno a garantizar la adecuada protección de opositores políticos, defensores de derechos humanos y otras personas que enfrentan amenazas», reseñó Zeid Raad Hussein, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. «La democracia sufre mucho cuando el ambiente preelectoral se deteriora por la violencia, las amenazas y la intimidación», añadió el Alto Comisionado en su comunicado, en el que también recordó cómo se dirigió a Maduro en su visita reciente al Consejo de Derechos Humanos en Ginebra para recordarle que «un Estado debe defender y proteger a las personas que critican y cuestionan las políticas y prácticas del estado».
La opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha sufrido ocho ataques, seis de ellos con arma de fuego, en 12 días de campaña. Lilian Tintori, la mujer del preso político Leopoldo López, y el gobernador Henrique Capriles han sido los objetivos preferidos por los ultras chavistas para desplegar su violencia e intimidación. Fue precisamente al acabar el mitin de Tintori en Altagracia de Orituco, estado Guárico, cuando un dirigente local murió al ser baleado junto al escenario. Luis Manuel Díaz, de Acción Democrática, recibió dos balazos mortales.
La presión global inédita, impensable en tiempos de Hugo Chávez y su ‘petrodiplomacia’, coincide con el triunfo electoral de Mauricio Macri en Argentina, hasta ahora uno de los principales aliados del chavismo y su socio comercial más beneficiado.
El tablero estratégico de América del Sur está recolocando sus piezas tras la irrupción de un nuevo jugador, que liderará a los gobiernos centristas y conservadores (Colombia, Paraguay y ahora la propia Argentina) frente a los revolucionarios (Venezuela, Bolivia), con el frente de la izquierda democrática (Brasil, Chile y Uruguay) entre ambos, aunque en la última década casi siempre alineados con los populistas.
El año que viene se celebrarán elecciones en Perú, con Keiko Fujimori encabezando las encuestas.
Heraldo Muñoz, canciller chileno, condenó el asesinato y reclamó un «clima de paz» para el 6-D. Más contundente fue el gobierno del peruano Ollanta Humala, escandalizado tras los vituperios de Maduro. Para el primer ministro peruano, Pedro Cateriano, «como país miembro que somos de la OEA, apoyamos la posición del secretario general. Lo que deseamos nosotros es que la democracia se practique pacíficamente como forma de Gobierno en todo el continente».
Una disertación que precedió a la gran andanada: «Rechazo toda clase de insultos. En esta ocasión, también. Uno insulta cuando carece de argumentos o está desesperado».
El Departamento de Estado de EEUU, por su parte, insistió en que «las campañas de miedo, violencia e intimidación no tienen cabida en democracia. Pedimos al Gobierno de Venezuela que proteja a todos los candidatos«, declaró su vocero, John Kirby.