Sin crédito externo para afrontar la sequía de caja y sin sustento interno a políticas que han afectado la vida de los venezolanos, el presidente caribeño no sabe como salir del atolladero.
Sea chavista o de otro signo, parece definitivo que el gobierno de Venezuela necesitará de la ayuda financiera de organismos multilaterales para salir de la crisis económica. Al chavismo gobernante se le han ido cerrando el camino de sus tradicionales prestamistas y las fórmulas para conseguir dinero líquido. Tres de las cuatro soluciones que el economista José Guerra, exgerente de Investigaciones Económicas del Banco Central de Venezuela, visualiza para ayudar a un país necesitado de recursos —emisión de deuda, endeudamiento con China y venta de activos (refinerías de petróleo) y deuda negociada a descuento— están descartadas. Solo el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial podrían arrojar el salvavidas al régimen.
El chavismo se niega porque asocia al FMI con El Caracazo, los desórdenes populares contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez ocasionados por el ajuste económico propuesto por el organismo, y además considera su regreso como la capitulación del proceso iniciado en 1999 con la presidencia de Hugo Chávez. Cualquier préstamo acordado con los organismos multilaterales equivaldría además a un golpe de timón en la política económica. El gobierno no está dispuesto a pagar el costo político que implica el recorte de gastos.
La gasolina
Ese punto de honor tiene los pies de barro. Mientras Guerra calcula que el déficit fiscal de Venezuela está por el orden de entre 15% y 20% del Producto Interno Bruto, Henkel García, director de la firma local Econométrica, advierte que el porcentaje es de 20%. “Todo esto tiene que ver con el control cambiario. Un tipo de cambio de equilibrio reduciría sustancialmente la brecha”, acota García. Es, en todo caso, un hueco que no puede ser tapado con las importaciones petroleras, que proveen el 96% de los ingresos al fisco venezolano, en medio de una caída brutal del precio del barril.
Hasta este 2015 el régimen pudo maniobrar sin tomar medidas drásticas como el aumento de la gasolina. “Pero en 2016 ya no hay mucho que vender”, acota Guerra. El próximo año el país deberá pagar otro tramo de la deuda con sus acreedores —de unos 12.000 millones de dólares— y además intentar capear el aluvión de demandas de la inmensa burocracia creada a partir del continuo crecimiento del tamaño del Estado desde 2007, cuando Chávez decretó a su revolución como socialista.