Malvinas: mucho más que la locura de un dictador borracho

Una decisión irresponsable en el contexto de una causa histórica. Una aventura suicida que costo vidas, aislamiento y dolor pero no logró poner en duda la convicción soberana de los argentinos.

 

En medio de una profunda crisis económica y con fuertes cuestionamientos internos y externos, la dictadura militar encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri ideó la recuperación de las Islas Malvinas con el objetivo de perpetuarse en el poder, pero la derrota militar aceleró el reclamo social por el restablecimiento de la democracia. Además, la iniciativa bélica echó por la borda todo vínculo entre el archipiélago y el continente.

Ocupadas por el Reino Unido desde el 3 de enero de 1833, las Islas Malvinas representaron desde esa fecha una causa nacional, compartida por todo el pueblo argentino. Varios fueron los hechos simbólicos que intentaron ratificar la soberanía sobre ese territorio del Atlántico Sur, como el vuelo del piloto Miguel Fitzgerald en 1964 y que lo convirtieron en el primer argentino en volar a las Malvinas o el Operativo Cóndor, el secuestro de un avión de Aerolíneas Argentinas que fue desviado de su ruta original y fue aterrizado en las Islas.

Mientras tanto, la diplomacia había intentando sentar al Reino Unido a negociar: el punto más alto de esas gestiones fue cuando las Naciones Unidas aprobó en 1986 la Resolución 2065, por medio de la cual se reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre el Reino Unido y la Argentina en torno a las Islas Malvinas.

Aunque el archipiélago seguía dominado por el Reino Unido, el vínculo con el continente era bastante estrecho: LADE realizaba vuelos, YPF abastecía de combustible y los isleños podían acceder en la Argentina continental a educación y salud en la mismas condiciones que cualquier habitantes del país. La mayoría de eso se debió a la firma -en agosto de 1971- de la Declaración Conjunta referente a comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino, que suponía una serie de disposiciones tendientes a estrechar el vínculo con el archipiélago.

Sin embargo, una década después de la firma de aquel documento, la dictadura militar, presidida en ese momento por Galtieri, se encontraba en una situación delicada tanto a nivel político como económico y a mediados de 1981 comenzó a planificarse lo que sería la «Operación Alfa»: la recuperación de las Islas Georgias del Sur con la pantalla que daba el negocio del argentino Constantino Davidoff, quien iba a desarmar unas viejas estaciones balleneras.

Para fines de ese año, se presentó al Comando en Jefe de la Armada un plan esquemático de ocupación de Malvinas exclusivo de esta Fuerza, según consta en el Informe Rattenbach.

La concreción de la Operación Alfa se dio en marzo de 1982 y aceleró las rispideces diplomáticas (y luego bélicas) entre la Argentina y el Reino Unido. Previamente, las autoridades navales que viajaban a las islas para transportar combustible, lubricantes, gas y carga general para la población isleña aprovecharon los viajes para hacer inteligencia militar.

Durante varios meses se planificó la estrategia para iniciar la recuperación del territorio del Atlántico Sur y el 26 de marzo la Junta Militar (integrada por Galtieri, el almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier general Basilio Arturo Ignacio Lami Dozo) definió que la iniciativa se concretaría entre el 1 y el 3 de abril: el 30 de marzo, tras evaluar el pronóstico meteorológico para la región, se estableció que la hora elegida para el desembarco serían las 00 del 2 de abril.

El 1º de abril a las 22:10, o sea escasas horas antes de que se concretara la operación militar, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, llamó por teléfono a Galtieri y lo instó a evitar el empleo de la fuerza.

La Operación Rosario fue liderada por el destructor Santísima Trinidad y luego el Regimiento de Infantería 25 (RI25), al mando del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, ejecutó la misión de conquistar y ocupar el Aeropuerto de Puerto Argentino con efectivos de una sección mientras una compañía se había desplazado a Darwin (Isla Soledad) para procede a ocupar dicha localidad y la pista de aviación.

Tras una serie de enfrentamientos en las inmediaciones de la casa del gobernador isleño, Rex Hunt, se registra la primera víctima fatal entre las tropas argentinas: el capitán de corbeta Pedro Edgardo Giachino. A las 11:20 Hunt presentó la rendición incondicional y por la tarde fue trasladado en avión hasta Montevideo junto a su familia y 66 Infantes de Marina británicos.

Casi de manera inmediata la Plaza de Mayo se vio colmada por miles de personas que se acercaron a celebrar la recuperación de las Islas: sería la primera de las «plazas» que hubo durante la Guerra de Malvinas.

Cuatro días después del desembarco y la recuperación, el militar Mario Benjamín Menéndez fue designado gobernador de las Islas Malvinas. Entre el 19 y el 22 de abril se sucedieron las visitas de Anaya, Lami Dozo y Galtieri: el presidente facto analizó en su paso por las Islas la insuficiencia de efectivos terrestres en el TOAS y dispuso el envío de la Brigada de Infantería III completa.

Noventa y seis horas después de la visita de Galtieri, las Fuerzas argentinas se rindieron en Puerto Leith, en las Georgias del Sur.

En tanto, tras un mes de dominio argentino en el archipiélago del Atlántico Sur, el 1° de mayo el Reino Unido inició sus operaciones militares bombardeando a las 4:40 la Base Aérea Militar Malvinas. Al día siguiente se produjo uno de los hechos más dolorosos de todo el conflicto bélico: el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano cuando se encontraba fuera de la zona de exclusión y tras ser torpedeado por el submarino HMS Conqueror. Un tercio de los más de mil tripulantes fallecieron en el momento y varios más murieron como consecuencia de las heridas y el frío.

Ese episodio hizo que Galtieri descartara cualquier salida negociada a la guerra: Estados Unidos, Perú, España y Australia, entre otros, habían realizado distintas propuestas para que se depusieran las armas en ambos lados.

Durante varias jornadas, los buques británicos atacaron las posiciones argentinas en el territorio isleño para preparar el terreno para el desembarco de sus tropas, que finalmente se produjo el 21 de mayo en el norte del canal de San Carlos: a partir de allí comenzarían los combates terrestres y lo más cruento de la guerra.

Seis días después del desembarco británico inició la batalla de Pradera del Ganso: luego de 48 horas de combate, las fuerzas argentinas perdieron la posición en Darwin.

En tanto, el 11 de junio se produjo el arribo a la Argentina del papa Juan Pablo II, con el objetivo de frenar el conflicto bélico: durante esa misma jornada y en medio de fuego naval y aéreo sobre Puerto Argentino, los británicos atacaron el buque hospital Bahía Paraíso cuando se encontraba embarcando heridos.

Por la noche, se inició la batalla de Monte Longdon, el combate más encarnizado de toda la guerra. Al otro día las Fuerzas del Reino Unido triunfaron en Monte Longdon, Dos Hermanas y Harriet produciendo la caída de la primera línea de defensa de Puerto Argentino. La Argentina propuso la creación de una zona neutral en la capital isleña para la defensa de la población civil y los heridos, lo que fue acogido favorablemente por los británicos a través de la Cruz Roja Internacional.

El 14 de junio, tras 74 días, se produjo la capitulación de las tropas argentinas, que ya no tenían espacio, ni medios, ni capacidad para sostener el combate. En ese contexto, Menéndez firmó la rendición minutos antes de que concluyera el día: a las 00:40 del 16 de junio, Galtieri fue informado de los términos en que se produjo la capitulación en Puerto Argentino.

A través de una cadena nacional, Galtieri habló desde el Salón Sur de la Casa Rosada: «El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y la historia grande de los argentinos. No tenemos sólo el bronce de las antiguas glorias: tenemos nuestros héroes, hombres de carne y hueso del presente».

En un mensaje que se extendió durante poco menos de 15 minutos, el dictador evitó hablar específicamente de una derrota militar y se quejó del apoyo que recibió el Reino Unido de parte de Estados Unidos, «sorprendentemente enemigos de la Argentina y de su pueblo».

Además de hablar de lo sucedido en el Atlánticos Sur, Galtieri, sabiendo que la derrota traería consecuencias políticas, expresó que «el aprovechamiento de la situación será una injuria a la sangre de los que combatieron».

«Juntos diremos ‘no’ a los rencores, prevenciones y prejuicios, porque ya fueron olvidados al formar codo con codo en el frente de batalla. Teniendo en cuenta la opinión de los distintos sectores del quehacer nacional revisaremos y corregiremos todo lo que sea necesario en política interna y externa, rescataremos la república, reconstruiremos sus instituciones, estableceremos la democracia sobre bases inconmovibles de equidad y de respeto y encenderemos como antorchas los valores más altos de nuestra argentinidad», remarcó el represor.

Al día siguiente, el 17 de junio, en Campo de Mayo el general José Antonio Vaquero solicitó la renuncia de Galtieri en nombre de los generales de División.

La Guerra de Malvinas dejó un saldo de 649 muertos argentinos, 255 británicos, cientos de heridos y el aceleramiento de la caída de la dictadura militar.