Por Adrián Freijo – Cualquier persona que hubiese entrado sorpresivamente al Oracle Arena creería que Manu había logrado otra de sus hazañas. Todos, compañeros y rivales, lo celebraban.
Tal vez no sea fácil para un argentino, acostumbrado a los desencuentros, las burlas entre adversario y tanta violencia verbal que se consume diariamente en los medios, entender la imagen que todos pudimos observar en la noche final del Oracle Arena: apenas escuchada la chicharra -que condenaba a los Spurs a quedar fuera de la temporada- todos a una, compañeros y adversarios, se abalanzaron sobre el bahiense para rendirle un homenaje que además bajaba enm forma de ovación desde todos los costados del estadio.
Y es que ese hombre agotado, triste por la derrota pero siempre entero para responder al afecto e inteligente para contestar cada pregunta de una prensa a la que respeta y cuida como parte del circo de la NBA, supone para todos los deportistas del mundo un ejemplo difícil de soslayar.
Estrella sin exitismo, figura suprema en base a su talento natural pero sobre todo a una entrega que tantas veces rozó el umbral de la épica, Ginóbili se acerca al final de una carrera plaga de éxitos -con su San Antonio y también con aquella Generación Dorada que colocó en las alturas máximas- sin haber rozado un escándalo ni utilizar ningún tip de esos que en la cima se convierten en una despreciable forma del márketing moderno.
¿Cómo llegar a entenderlo en un país en el que una presidente se niega a entregar los atributos del mando a su sucesor?, ¿como comprender la magnitud de semejante trayectoria cuando compartimos el día a día con los cultores del atajo?, ¿como valorar el esfuerzo de un súper profesional de 41 años para estar a la altura de la máxima competencia del básquet mundial si solo tenemos ojos para el fútbol, nido de soberbias, escándalos, corruptelas y constantes muestras de desapego a los colores y falta de compromiso?.
Poca y nula importancia tiene ahora si Ginóbili sigue o no sigue un año más. Y es que nunca se va a ir; la ciudad de San Antonio, los Spurs y el básquetbol no van a dejar jamás que eso ocurra. Y así será porque una sociedad que valora los ejemplos quiere sabiamente apropiarse de quienes los encarnan…
Nosotros podemos seguir gritando que Manu es argentino y mostrando sus fotos con la malla nacional. Pero tenemos que ser concientes de que no somos dignos de suponer que es «uno de nosotros». Nada de eso….la ecuación indica que nosotros deberíamos ser parte de él, de sus actitudes, de su humildad, de su entrega.
Por ahora, y hasta que no aprendamos a mirarnos en ese espejo, Emanuel Ginóbili nació en la Argentina…pero logró sobreponerse a ello.
Así de simple.