Mar del Plata: el sur, el futuro y la sombra de Russak

Por Adrián FreijoEl debate acerca del proyecto de una nueva mirada sobre el futuro de la zona sur de la ciudad requiere de mentes amplias, abiertas y sobre todo capaces de ver la realidad que vivimos.

 

Llevado por la soberbia de sus apenas 34 años y aupado por un gobierno autoritario que lo hizo sentirse por encima del resto, Mario Roberto Russak lanzó hace años una frase que representaría un antes y un después en su vida y también en la forma de definir nuestra ciudad: «Mar del Plata tiene vocación por la mediocridad» dijo quien era delegado del Proceso, niño mimado del gobernador de la provincia y administrador de la mayor inyección de dinero que alguien hubiese dispuesto alguna vez para la obra pública en nuestras costas.

Años después, ya en democracia, quien así hablaba le pidió a los marplatenses su voto y estos -bajo el dudoso lemas del «robó pero hizo»– se lo concedieron. Los resultados desastrosos de su gestión demostraron que en todo caso aquella vocación que nos endilgaba era más bien una característica propia de su personalidad.

Que no vuelva a pasarnos…

Por estas horas un proyecto de desarrollo inmobiliario en la zona sur del partido -puntualmente desde la zona de Chapadmalal y hasta los límites con General Alvarado- ha lanzado un fuerte debate en el que, como suele ocurrir en estos casos, enfrenta a emprendedores con defensores del medio ambiente, vecinos que desean mantener las condiciones bucólicas de sus sitios y lugares con inversores que buscan oportunidades de desarrollo que vengan acompañadas de ganancias millonarias...quedantistas y mentalidades de cambio, entre las que por supuesto también pueden existir oportunistas.

Se trata de cambiar el Código de Ordenamiento Territorial (COT) para autorizar la construcción de una zona de alojamiento turístico compuesto por unidades independientes que aisladamente o formando un conjunto con otras se integran a una unidad de administración común a modo de cabañas, bungalows y/o unidades de departamento hasta al límite sur del partido, en Las Brusquitas, áreas de servicios, un gigantesco centro comercial, y toda la infraestructura necesaria para que la zona pase a tener una conformación diferente hasta el punto de poder hablar del nacimiento de un nuevo polo en la ciudad.

Detrás del proyecto hay emprendedores como Fernando Aguerre, el marplatense que logró convertir al surf en un deporte olímpico y llevó a su empresa a los primeros niveles mundiales sin depender en un solo peso del estado, a puro esfuerzo personal y riesgo empresario y sin que alguna vez se lo haya podido vincular con actividades o intereses que despertasen la mínima duda.

Un marplatense que puede convocar inversores y ser escuchado porque lleva en su mochila la carga del éxito, el esfuerzo y el talento. ¿Porqué no atender entonces lo que tiene que proponer y pensar, una al menos por una vez, en una Mar del Plata de cara al futuro y no lamiendo las heridas de un pasado que fue glorioso y que por nuestra culpa hoy es decadente hasta el escalofrío?.

Conozcamos, indaguemos, preguntemos quienes son los inversores y cuales son las garantías de impacto ambiental que permitan avanzar sin deteriorar el entorno. ¿Cómo saber que es malo aquello que rechazamos antes siquiera de saber de que se trata?.

No nos engañemos: sumidos en estos debates agotadores fuimos perdiendo la ciudad en manos de la marginalidad.

El centro ya le pertenece, las playas más emblemáticas están en manos de mafias ambulantes que las convirtieron en verdaderos aguantaderos de mugre y decadencia, todo el frente costero -incluido el complejo de Punta Mogotes- es una feria berreta que solo sirve a los negocios entre esas mafias y el poder político, expulsando a quienes pretenden servicios, higiene y seguridad de los lugares elegidos para veranear.

Mar del Plata es una ciudad «Clase B» que cada año pierde más y más turismo de calidad para dar paso a una oleada de visitantes que llegan a ver que pasa, degradar sus lugares públicos y tomarlos como propiedad privada para vivir, lucrar y avanzar en su destrucción.

Y esa batalla esta perdida porque además padecemos el peor de los males que, en tales circunstancias, puede aquejar a una comunidad que desea progresar y avanzar en las nuevas realidades de un siglo en el que los servicios se convierten en el mandato del futuro: no tenemos una dirigencia política capacitada para entender estas cosas y nuestros representantes en el Concejo Deliberante están demasiado enfrascados en las cuestiones chiquitas del poder como para siquiera intentar ordenar un debate serio acerca de hacia donde deberíamos marchar para frenar la decadencia y comenzar un nuevo círculo virtuoso.

Todo exceso se puede controlar, toda avivada se puede detectar, todo incumplimiento se puede sancionar. Lo que no se puede es detener  el futuro bajo el pretexto de que cualquier proyecto esconde un negociado.

Necesitamos inversiones, necesitamos trabajo, necesitamos desarrollo…necesitamos revertir la caída y hacerlo con las reglas de juego de este tiempo.

Y demostrar que aquella frase del comisionado Russak -que despertó un inagotable debate pero no logró que nadie moviese un dedo o invirtiese un peso para demostrar que estaba equivocado- fue nada más que un cachetazo a una comunidad dormida que sin embargo tenía fuerza e inteligencia para avanzar de cara al futuro.

Que hoy, perdida la batalla del centro, parece entregarnos una nueva oportunidad que llega desde el sur de nuestro partido.

Discutamos, propongamos, cuidemos y controlemos. Pero despertémonos de una vez…