Mar del Plata y su encrucijada: elegir entre paranoia y reflexión

Redacción Los medios, los operadores turísticos, los productores teatrales y hasta los inversores hablan de una ciudad inviable. O todos están equivocados o algo tendremos que cambiar.

Todo el mundo coincide en que nuestra ciudad ha maltratado a quienes, para pasear o para quedarse, pretenden llegar a sus costas en busca de algo.

Los turistas denuncian precios fuera de toda lógica, servicios deplorables, falta de cordialidad e higiene en las calles y abusos de todo tipo.

Los inversores hablan de una burocracia desganada que se ha convertido en una máquina de impedir y sobre todo de falta de reglas claras de juego por parte del municipio, que permitan encarar cualquier emprendimiento sabiendo a que atenerse. Y en algunos casos, cada vez más extendidos, hablan de «peajes» que hay que dejar en el camino para lograr una autorización o un avance en cualquier trámite.

Todos -turistas, emprendedores y en este caso también vecinos residentes- levantan su voz para quejarse de un estado casi policial que sale a la caza de automovilistas, comerciantes y quien se cruce en el camino, con la única intención de recaudar para seguir transfiriendo dineros privados a la fiesta pública.

O todos se han confabulado para terminar con Mar del Plata o realmente venimos haciendo muy mal las cosas. Porque lo cierto es que cada vez tenemos menos turistas, menos inversiones y menos futuro.

Ya no somos «la capital veraniega de América» ni mucho menos una ciudad que atraiga inversores inmobiliarios o comerciales. Enarbolamos el más alto índice de desocupación del país y ahora sabemos que tenemos el más elevado porcentaje de asentamientos precarios en relación a la población estable que haya en toda la Argentina.

Si es una conjura satánica puede considerarse por cierto muy exitosa.

Si es una campaña mediática, contratemos urgente a su creador.

Pero si es el resultado de décadas de dejadez, soberbia y falta de capacidad para generar crecimiento, cambiemos rápido; pero cambiemos en serio.

No tenemos presente, nos quedamos sin futuro y ciertamente no alcanza con el pasado. Es mucho lo que tenemos que cambiar…