Mar del Plata y una marcha que dejó un claro mensaje

Por Adrián Freijo – En medio de un clima inclemente y tras dos años de ausencia por la pandemia, los marplatenses expresaron su repudio a un tiempo que nadie quiere volver a pasar y que fue de todos.

 

Después de dos años sin marcha oficial por el Día de la Memoria, organismos de Derechos Humanos encabezaron este jueves 24 de marzo una multitudinaria movilización en el centro de Mar del Plata bajo la consigna “Seamos memoria en las calles”, a 46 años del golpe de Estado de 1976. pese a los dos años de parate por la pandemia, quedó en claro que la ciudadanía -más allá de las interpretaciones capciosas que unos y otros hagan de los hechos ocurridos- sigue eligiendo por el sistema democrático y repudiando toda violencia dirigida contra el ser humano y las instituciones que encarna.

A pesar del mal tiempo, luego dela sesión especial desarrollada en el Concejo Deliberante, decenas de agrupaciones sociales y políticas se encolumnaron sobre la avenida Luro para atravesar el microcentro reclamando “Nunca más” y recordar a las víctimas del terrorismo del Estado en Argentina. La sola presencia de esa consigna histórica, que intentó ser devaluada por el sector político dominante de la vida política nacional en los últimos años, demuestra que más allá de las refriegas de una política centralista, concentrada en los grandes medios nacionales hoy sumidos en una pestilente pelea política de manipulación y relato para uno u otro sector, el interior del país ha fijado su memoria colectiva en el momento en el que el juicio a los principales responsables del genocidio y el trabajo de la comisión que construyó el informe ordenado por el gobierno de Raúl Alfonsín nos dio a los argentinos la posibilidad de asumir la historia tal cual la habíamos vivido.

Aquel «Nunca Más» del fiscal Julio César Strassera en el cierre del debate judicial y que enmarcara el título del trabajo encabezado por Ernesto Sábato sigue siendo, tantos años después, la consigna de un pueblo al que los intereses miserables de quienes se apropian de los derechos humanos o tratan de justificar en los vaivenes de la vida democrática y sus vicios a flor de piel el retorno del autoritarismo como solución a todos los problemas no le ha hecho perder su noción de la historia y su compromiso de que no vuelva a repetirse.

Ahora es llegado el momento de volcar todo ese sentimiento de hartazgo frente a la manipulación de los hechos en un debate profundo que apunte a enseñar a las generaciones que vienen que es lo que pasó, quienes fueron los responsables -aunque duela saber que sectores militares, empresariales, eclesiásticos, gremiales, judiciales y de toda la sociedad civil estuvieron involucrados en la programación, ejecución y consecuencias del devastador genocidio- para poder concluir los hechos y enseñar para los tiempos que vienen que también en esos estamentos hubo héroes que resistieron, que alzaron sus voces, que buscaron salvar vidas y que pagaron precios muy altos, que incluyeron su libertad y su vida, para honrar el lugar que la sociedad les había otorgado.

Es bueno entonces que, aunque la cabeza de la columna haya sido copada por los grupos políticos y sociales organizados -lo que tiene que ver con actitudes militantes que también son buenas en la vida institucionales de los países pese al enojo que muchas veces despiertan en los grupos independientes- en todo su recorrido se haya podido observar gente de todas las edades que asistió espontáneamente para decir presente en un momento en el que seguramente el mensaje más necesario sea el de «no olvidemos, no repitamos, no miremos para el costado; esto pasó y esta es nuestra historia».

Y lo es también que en Mar del Plata, en la que marcharon organizaciones de mirada sesgada, grupos políticos de perfil ideológico definido pero también muchos de esos ciudadanos independientes que se hicieron presentes para expresar desde su convicción y su corazón el repudio a aquella negra noche, haya dado un ejemplo de que no hace falta adherir a una ideología para honrar la vida, la democracia y la verdad histórica.

Y convertirse, tras dos años de silencio obligado, en garantes de un tiempo en el que la verdad va a tomar el centro de la escena tras el retiro ominoso de los constructores de mentiras, de uno u otro lado, cuya impostura terminó en este drama y este fracaso que el país padece en estos días.

Pero que seguramente ya está alumbrando un nuevo tiempo.