Redacción – Luego del tropezón que significó para su fama de buen negociador el papelón del presupuesto, el hombre de los mil principios se puso en la piel de Malevo y salió a torear las sombras.
El hombre de la eterna sonrisa y los principios flojos de papeles ya se había acomodado a la presidencia de una Cámara en la que se imponía una mayoría kirchnerista que hacía lo que quería, mientras él jugaba al componedor de entuertos con el sencillo expediente de ponerle palabras bonitas a cualquier desatino de aquel a quien le habían encomendado marcar a presión solía pergeñar.
Así Máximo atropellaba y Massa ponía las curitas a los heridos que encontraba a su paso…
Y entre tanto opositor ninguneado y llevado por delante, la edulcorada palabra del presidente del cuerpo parecía una brisa de aire fresco que se colaba por la puerta que marcaba el ingreso al olimpo de la autosuficiencia. Más si tenemos en cuenta que, salvo raras excepciones, los partidos afectados alguna vez lo habían contado entre sus filas jurando amor eterno.
Pero el escenario cambió y para el tigrense fue como dejar de recitar «Las Rimas de Bécquer» para tratar de desentrañar «El infierno del Dante».
El histórico papelón del presupuesto -y quiera el destino que no haya sido por otra cosa que no sea la impericia y estolidez del hijo presidencial y no, como algunos suponen, una jugarreta para que el desorientado Alberto deba gobernar por decreto y bajo el manto de un nuevo ministro de Economía impuesto desde el Instituto Patria- lo dejó, como al rey de la parábola, al desnudo.
Y entonces decidió que era llegado el momento de «dejar en los boliches los anhelos de la vieja» (sin alusión alguna, por Dios) y salir a chucear a toda sombra que se le meneara en el camino para lo que apeló a la Constitución Nacional presentando un informe que respalda la idea de que el rechazo del Presupuesto 2022 implicará “una reducción de trasferencia de recursos a las provincias”.
Pero, hazañas agrandadas al fin, no contó con que los destinatarios de su amenaza conocían al dedillo la Carta Magna, sabían que en ningún artículo ni ley que reglamente su ejercicio afirma semejante cosa y salieron, poncho enroscado en mano, a devolverle hachazo por puñalada al flamante cuchillero al que acusaron de querer apretarlos y lo dejaron en evidencia como lo que es: un charlatán de capirote que, acostumbrado a probarse la piel que mejor venga a la ocasión, ha ido transformándose en un personaje cada vez menos respetado de la política nacional y que, para ser sinceros, ya causa más sonrisas y memes que temor.
Y lo peor es que su incursión por los boliches de la pendencia va a terminar, como en la bella página de Anibal Troilo y Homero Expósito, con una estrofa final que diga «Por ella, tan sólo por ella, dejaste una huella de amargo rencor. Malevo, qué triste, jugaste y perdiste tan sólo por ella que nunca volvió».
¿Qué quien es «ella»?…lo dejo a su criterio.