Massa y Vidal se encontraron cara a cara con la verdad más dura

Por Adrián FreijoAmbos dirigentes viajaron a Estados Unidos para posicionar sus expectativas y se encontraron con un mundo que ha resuelto prescindir de la Argentina de manera definitiva.

 

María Eugenia Vidal entendió que era necesario mostrarse en el centro de los negocios mundiales para dar a su carrera un volumen que aún no tenía. Pese a gobernar el principal estado argentino, su figura apareció siempre a la sombra de Mauricio Macri y a lo sumo como una alternativa de recambio que no estaba ligada a su propio peso específico sino a una decisión estratégica de los equipos del ex presidente.

Sergio Massa, en cambio, venía cultivando su imagen en EEUU desde hace años. Pero, hábil para ver por donde calentaría el sol, comprendió en el ultimo año que toda aquella apuesta había sido en vano: todos los contactos que había tejido ocupaban ahora un lugar secundario en el gran juego político americano.

Rudolph Giuliani, el otrora poderoso alcalde neoyorkino y hasta no hace mucho una de las alternativas del ala dura de los republicanos, cayó bajo el peso de la derrota electoral de Donald Trump -de quien era además abogado personal- y hoy es casi un hecho histórico en los centros reales del poder. Y con él Massa pierde a su principal introductor en aquellos sitios.

Por eso ambos enfilaron hacia el norte. Una con una agenda por armar y el otro con un panorama que replantear. Pero nada fue como lo habían pensado…

Solo reproches, preguntas ácidas con respecto al fracaso argentino, demandas acerca de lo que el país piensa hacer una vez que se produzca el estallido que para los dueños del capital mundial es inevitable, expresiones de sorpresa por las inagotables peleas internas en el gobierno y en el principal núcleo opositor, y muy poco más.

Ambos coinciden a su regreso en algo que les pareció realmente sorprendente: nadie les preguntó jamás por el posible resultado electoral en los comicios de medio tiempo. Ya no importan, ya no definirán nada en un mundo que tomó la decisión de dejar a la Argentina al costado del camino.

La decisión del grupo MSCI de poner a los activos locales por debajo de los mercados “fronterizos” no hace más que reflejar lo que en la práctica ya venía ocurriendo y que motivó el desplante padecido por dos de los líderes argentinos que hoy despiertan mayor expectativa de cara al futuro: nadie analiza hoy entablar algún tipo de relación comercial o financiera con el país.

Ni siquiera los pendientes acuerdos con el FMI y con el Club de París son motivo suficiente pare retardar la caída de la calificación argentina al último de los escalones posibles. «Sabemos que si llegase un default, que hoy parece demorado pero sigue clavado en el horizonte, volvería a ocurrir lo que otras tantas veces: discursos nacionalistas, una épica gastada y antigua y después a pagar como sea para que no les corten la luz» le dijo Susan Segal, la coordinadora general del Council of América al tigrense durante su reciente visita.

En ese encuentro organizado la semana pasada los empresarios e inversores no escondieron su malhumor por las medidas del Gobierno y la falta de señales alentadoras sobre el rumbo económico.

Con el financiamiento totalmente cerrado y en medio de un clima de desconfianza, es  improbable que haya inversores dispuestos al largo plazo en el país, sobre todo habiendo tantas opciones en América latina. Los posicionamientos del gobierno de Alberto Fernández en materia de política exterior no ayudan en nada a modificar este escenario.

Lo que les ocurrió a dos figuras fundamentales de la alianza de gobierno y de la coalición opositora es entonces emblemático, pero no sorprendente. Argentina se cayó del mapa -y no por cierto por empujones ajenos sino más bien por su irresponsable salto al vacío iniciado con las promesas incumplidas de Mauricio Macri, impulsado por el retorno de Cristina Kirchner al centro del escenario político y consolidado por la insustancialidad de Alberto Fernández y su gobierno sin plan ni sustento- y ya nadie cree que pueda volver a subirse a un mundo que siempre prefirió subestimar.

Tarde o temprano esto iba a pasar…