MI CRISTO ROTO

El grupo de sacerdotes cercanos al papa Francisco difundió un extenso mensaje bajo el título «Ante las próximas elecciones legislativas», con fuertes críticas hacia Cambiemos

Ramón Cué, sacerdote jesuita, en 1963 escribió “Mi Cristo roto”. Un libro excepcional que nos trae reflexiones acerca del Cristo que compró en una tienda de antigüedades de Sevilla.

Se trata una fina obra de arte que merece ser restaurada. Pero en el diálogo que se suscita entre el padre Ramón se sorprende cuando el Cristo le prohíbe que lo restaure. Prefiere no ser restaurado, porque desea que veamos en su rostro el rostro de todos los seres humanos: los Cristos rotos vivos y sufrientes que tantas veces obramos desde el dolor sin observar que en los que nos rodean puede estar la fuerza que parece abandonarnos,

Tal vez lo profundo de aquel mensaje sea que cada uno de nosotros ve un Cristo diferente, entiende de diferentes formas su mensaje y sobre todo cree saber que pasos hay que seguir para interpretarlo.

Hoy una parte de la sociedad se enoja frente a una expresión política de sacerdotes que abandonan el universalismo de su mensaje para descender a un pedido terrenal, minúsculo a los ojos de Dios pero que ellos creen que interpreta la esencia de su doctrina.

«Un gobierno que maltrata así a su población, y vive construyendo falsedades, es un gobierno que le da la espalda a los preferidos de Dios. Matar de hambre, desamparo o indiferencia al pobre es un pecado. Votar un gobierno que asfixia a los pobres, creemos que también lo es», indicaron los sacerdotes en un comunicado.

Y añadieron: «Sin ningún temor o prejuicio sostenemos firmemente que un cristiano no puede darle el voto a un gobierno como este, que multiplica las ayudas fraudulentas a sus amigos, facilita las ganancias de los ricos y condena a los pobres a la marginalidad y lo hace a la luz del día con mentiras y desparpajo».

¿Debemos enojarnos?, ¿es lícito que nos conmocionen?. Tal vez si…pero en el contexto del debate permanente que Cristo nos propuso desde el ejemplo de su peregrinar por Galilea tratando de que todos entendiesemos que no había réprobos ni elegidos y que todos somos iguales ante los ojos de su Padre.

En los 70 también nos enfurecimos y abandonamos a tanto sacerdote que tomó la opción por los pobres que rescataba la Teología de la Liberación y se plantaba junto a los necesitados para enfrentar a las dictaduras de la época.

Al abrazar la violencia seguramente se equivocaron. ¿Pero no lo hicieron también a los que creían que la llegada del «orden» encarnado en los militares podía resolver la angustia que aquel «desorden» generaba en la sociedad?. 

Aquellos representaban a un sector; estos a la sociedad. Y la sociedad se detuvo a discutir excesos de sectores mientas miraba para el costado frente a los que cometía el estado; que era ella misma jurídicamente organizada.

¿No debería ser esto lo que estuviésemos discutiendo en vez de tratar, otra vez, de convencernos que un grupo de curitas o los chiquilines de La Cámpora que hoy siguen ciegamente a Máximo Kirchner, el Cuervo Larroque o a algún otro caudillejo van más allá en su enjundia personal que Mario Firmenich, Vaca Narvaja, o Cirilo Perdía, aquellos «iluminado» a los que por cierto les fue mucho mejor que a miles de jóvenes a los que madaron a la muerte?.

No cometamos el mismo error; que generalmente consiste en potenciar el que cometen los otros.

Si la intemperancia de las mayorías -disfrazada de defensa de una normalidad que no vivimos desde 1810- nos llevó irresponsablemente a un baño de sangre, no caigamos en la estupidez/perversidad de reiterarla.

Estos curas de hoy, pequeño grupo de incultos idealistas que hablan para otro pequeño conglomerado de iguales, no puede enfurecer a toda una sociedad que ya ha caminado 35 años de democracia que lo único que tiene de sólida es el ejemplo de tanto año de locura que no sirvió para nada.

Y que es, aunque le pese…un Cristo roto.