Ni la Mujer Maravilla ni la Batichica; es Elisa la SuperAbuela

Elisa Forti tiene 80 años. Comenzó a correr hace más de ocho y, ahora, está lista para volver a conquistar El Cruce Columbia por tercera vez.

Sí, una vez más, para agigantar un espíritu experimentado y bondadoso que seduce en cada carrera.
Nitin –así le dicen en la intimidad sus hijos y nietos– desafió a la gran Cordillera en 2013. Con el número 275 en el pecho demostró que con sacrificio y voluntad nada le resulta imposible. Elisa se entrena una hora diaria y afirma que “realmente vale la pena hacerlo” ya que desde que corre sus días mejoraron sensiblemente. “Para mí, cada carrera es un desafío con uno mismo. El momento de la salida y el de la llegada te glorifican. Lo primero que pensás es: ´Pucha, si vencí esto, ¿cuántas cosas más puedo vencer en la vida cotidiana?´. Por eso, siempre busco la manera de enfrentar los problemas como enfrento cada carrera. Con el empuje y la decisión de cruzar la meta. Es decir, con la misión de lograr el objetivo”, revela Nitin.
Su experiencia en El Cruce Columbia 2013 superó por completo sus expectativas. De hecho, ella y su rica historia de vida, se convirtieron en uno de los principales focos de atención para todos los corredores. La malcriaron como a pocos y recibió las ovaciones más estruendosas en cada una de las largadas y llegadas en las que siempre sonreía. En rigor, siempre se sonríe. Su presencia irradia respeto y admiración. La vitalidad que dispensa en cada competencia ya no sorprende. Ella se entretiene sin molestarse cada vez que le ceden el asiento en un medio de transporte público. Le causa gracia. Se divierte. “Esto me gusta y me hace bien. No lo hago para generar nada. Sólo busco superarme a mí misma. Correr me encanta”, dice.
“En la primera etapa me fue bien. Ya en la segunda, cuando llegamos al campamento con mi compañera, empezaron los aplausos. Yo no lo podía creer y me preguntaba a mí misma por qué me aplaudían si esto es algo que me gusta tanto hacer. Correr es algo que disfruto y necesito hacer. Es parte de mi vida”, se justifica Elisa.
Forti, como buena abuela, disfruta compartir sus historias. Por eso, cada vez que alguien la aborda y le consulta qué significa para ella correr y cuáles son sus pautas de entrenamiento, doña Elisa recomienda que, antes de dar cualquier veredicto, lo mejor es probar y sacar sus propias conclusiones. “¿Qué sentido tiene decir no puedo correr si no lo probaste, si no lo intentaste?”, pregunta. Y aconseja: “Por eso, lo mejor es hacerlo, intentarlo y probarse a uno mismo hasta dónde es capaz de llegar. Si vas a empezar, debés hacerlo de a poco. Con media hora inicial está más que bien. Los días de sol son los mejores para mirar toda la plenitud que nos rodea. Si te duele algo, una vez que entrás en calor el dolor se va. Si estás de mal humor, después de correr volvés en calma. Correr es eso: te regala paz y te llena el ego. Me da la sensación de que todavía vivo, de que todavía existo”, confiesa la abuela de espíritu joven que en poco menos de un mes saldrá a reconquistar El Cruce Columbia.