Por Adrián Freijo – Todos son consejos, prevenciones, estadísticas, discursos y sobreactuaciones. Pero atrás de escena la inoperancia y desfachatez de los políticos argentinos se muestra en plenitud.
Tras un día de bochorno y furia Alberto Fernández quiso retomar la iniciativa y solo pudo dejar en evidencia que no sabe y que no quiere aprender. La reprogramación del pago de jubilaciones y planes sociales ni siquiera sirvió para disimular el enojo social, el papelón que hoy refleja la prensa del mundo y la furia de un presidente que hoy debe estar comprendiendo el alto costo de lotear su gobierno para dejar contentos a todos los sectores, aunque para ello haya tenido que colocar a Alejandro Vanoli en un cargo que requiere una cintura política de la que carece y a Miguel Angel Pesce, un hombre que es parte del establishment financiero que domina a este país desde hace décadas, al frente del BCRA en lo que en su momento fue una señal tranquilizadora al FMI y a los acreedores pero que en la emergencia se convierte en u problema de difícil solución. Pesce siempre pensará en el beneficio de los bancos y obrará en consecuencia a sus órdenes; de otra manera no se entiende que ayer no se ordenara la apertura de todas las entidades privadas que habitualmente se niegan a pagar jubilaciones y planes y que bien podrían haber alivianado el caos vivido.
Hay un tercer personaje cuyo protagonismo explica una actitud presidencial que fue muy criticada hace pocas horas: Sergio Palazzo, Secretario General de la poderosa Bancaria. Hoy debe ser uno de los sindicalistas más temidos y no son pocos los políticos peronistas que lo referencian al momento de negociar con el mudo gremial.
Pero su poder se potencia por la sólida alianza que el hombre tiene con los banqueros y empresarios del sector financiero, lo que redunda en importantes beneficios para ellos…y para Palazzo.
Aconsejado por sus más cercanos colaboradores y también por su propio olfato de viejo armador político, Alberto Fernández concluyó que ese crecimiento del dirigente bancario abre un eje de poder difícil de controlar y debilita su posición frente a un poder financiero que mucho tendrá que ver en la tarea de enderezar el barco después de la crisis. ¿Que pasaría si, como siempre ocurre, los bancos priorizan sus ganancias e intereses y operan para que las tasas sigan en los niveles disparatados de la actualidad?. Un gesto de Pesce y una mirada distraída de Palazzo serían suficiente para quebrar cualquier intento del gobierno por evitarlo…
Por eso el sobreactuado elogio presidencial a Hugo Moyano, aún a sabiendas del enojo que ello despertaría en la sociedad. El camionero maneja resortes que pueden complicar a los bancos y representa un ala sindical tradicional que no está dispuesta a perder peso político y desconfía del crecimiento de su colega bancario. Además Moyano viene pidiendo para su sector cargos en organismos que pueden ejercer una fuerte presión sobre las entidades y, si bien hasta el momento le fueron negados, la elegía presidencial durante la inauguración del Sanatorio Antártida bien puede ser un mensaje o advertencia a los banqueros.
Pero además está en juego un premio mayor: se viene la puja por la conducción de la CGT y tanto Moyano, a través de su hijo Pablo, como Palazzo han vuelto a anunciar por separado su intención de liderar la central obrera. Ya habían pujado en 2018 y aunque por entonces todo quedó en la nada ahora parece que el choque de planetas puede ser inevitable. Alberto lo sabe y comienza a jugar esa partida.
La crisis ha disparado internas, encendido luces de alerta y fortalecido la convicción de que existe una segunda línea de gobierno -esa que exageradamente el presidente calificó de científica- que se mueve anárquicamente y con miradas sectoriales. Ello ha enojado al presidente y por estas horas piensa cambios de nombres que le devuelvan hacia adentro la centralidad que había logrado consolidar hacia afuera.
Cambios que comenzarán a concretarse apenas la convulsión del coronavirus comience a quedar atrás.
Mientras tanto se intentará que no se repitan las escenas dantescas que todos los argentinos pudimos observar, con largas colas de jubilados y beneficiarios de planes pujando por entrar a los bancos y echando por tierra todo lo bueno logrado en los primeros días de una cuarentena que de hecho ha sido arrasada y cuyas consecuencias recién se conocerán en dos semanas.
Con suerte -un elemento que no debería ser parte de las decisiones gubernamentales- las cosas pueden ser en la semana que se inicia igual que el viernes.
Con lógica -que debería guiar al gobierno en cada caso- todo va a ser peor, porque se sumará el cobro de miles de empleados estatales -que si bien lo hacen por cajero automático suelen formar largas colas para retirar efectivo- y tal vez el comienzo del cobro del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que por ahora se está pensando en demorar algunos días.
Pero la suerte está echada y en Olivos saben hoy que el gobierno ha pasado a la defensiva y que mientras siguen subiendo los alimentos, los barbijos, el alcohol en gel y la temperatura social por el encierro…las caretas han comenzado a caerse.
Cuidado, en tiempos anormales las reacciones suelen ser inmanejables.