Como todos los 7 de agosto, el santuario de San Cayetano de la ciudad, se vistió de fiesta. Miles de fieles se acercaron al templo para dar gracias al santo patrono de pan y del trabajo.
El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino presidió la procesión y luego la misa central, que se realizó en el escenario montado al aire libre, sobre la calle Nasser. El párroco Juan Pablo Cayrol, concelebró la eucaristía y fue el animador de toda la celebración, invitando a la gente a cantar, a orar con fe y también contando algún cuento con enseñanza. También se hicieron presentes varios sacerdotes y diáconos de la ciudad en la misa central y durante todo el día, confesando y haciendo bendiciones. Como un momento privilegiado del día y contra todo pronóstico meteorológico, el sol brilló durante la procesión y la misa, lo que permitió una mayor participación de fieles.
Monseñor Marino, durante la homilía, destacó la figura de San Cayetano, y remarcó que fue un sacerdote que puso su confianza total en la providencia de Dios. «Qué importante es para nosotros aprender esta lección. Ante los inevitables problemas que plantea nuestra vida busquemos primero a Dios, pongámoslo en primer lugar. Hagamos un acto de fe en su providencia, con la seguridad absoluta de que tenemos un Padre en el cielo, que tiene un corazón grande y misericordioso, que no abandona a sus hijos en el momento de sus pruebas y necesidades. Pensemos en los padres humanos ante sus hijos pequeños. No le ganaremos a Dios en capacidad de afecto y cariño. Quien se abandona en las manos de Dios y le confía su cuidado, termina experimentando su providencia de Padre», destacó el obispo ante la multitud de fieles.
«Las espigas que muchos tienen en sus manos, son un símbolo de este abandono confiado en Dios. De las espigas sale la harina con la que se hace el pan, símbolo del alimento y de todo lo que necesitamos para mantener con dignidad nuestra vida. Símbolo también del trabajo del hombre, que gana el pan con su esfuerzo, de modo que llegue a su mesa no como un regalo sino como una recompensa merecida», manifestó monseñor Marino.
Luego consideró, «como obispo sé bien que ésta es una de las zonas donde la falta de trabajo es crónica, y que esto afecta a la calidad de vida de mucha gente y es una amenaza para muchos hogares. La Iglesia no tiene soluciones técnicas, pero aporta principios inspiradores para una solución y multiplica gestos de misericordia. Son principios que hacen pensar al conjunto de la sociedad: políticos y dirigentes, empresarios y trabajadores, como el que nos recordaba San Pablo en la Carta a los Filipenses que hemos escuchado: que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás».
Finalmente, habló de la misericordia «significa la actitud del corazón capaz de conmoverse ante la necesidad del prójimo. Un corazón que se inclina ante una miseria y busca con desinterés poner remedio. De esta misericordia evangélica fue modelo San Cayetano, quien se entregó a auxilio de los pobres, enfermos y moribundos con amor ejemplar. Su abandono en la Providencia no impedía que buscara soluciones prácticas: creó hospicios y hospitales, y organizó préstamos para los pobres a muy bajo interés. Por eso, en su día, repetimos con entusiasmo el lema de esta fiesta: San Cayetano, ayúdanos a ser misericordiosos».
Antes de terminar la eucaristía, el padre Juan Pablo pidió a los fieles que levantaran las espigas y objetos que quisieran que el obispo bendijera. Y luego, «porque son más importantes las personas», con las manos en alto, todos recibieron la bendición de manos del pastor de la Iglesia Católica de Mar del Plata. Cayrol agradeció al obispo su presencia, y a todos los voluntarios, que ayudaron durante todo el día, y finalmente a todos los fieles presentes que «por cariño al santo» se acercan todos los 7.