La muerte del Morro García y los días finales de Diego Maradona, unidos a otros casos de futbolistas de elite, exitosos y muchas veces millonarios, deben mover a la reflexión acerca de la presión en el deporte profesional.
Los futbolistas de élite parecen seres perfectos, que llevan una vida ideal, acostumbrados a la fama, a disponer de lo que ellos quieren y a tener todos aquellos caprichos que el resto de los mortales no tienen a un fácil alcance. Pero no es oro todo lo que reluce y muchas veces la vida los condena a la soledad y, tarde, les hace comprender que la lejanía de los verdaderos afectos y el abandono de «los amigos del campeón» son suficiente motivo para sentir un vacío que no siempre logran llenar o corregir,
Un estudio de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro), elaborado entre 826 profesionales, desvelaba que el 38% de estos jugadores en activo sufría depresión y que el 35% de los ya futbolistas retirados atravesaban por un proceso similar.
Son varios los casos de jugadores que han reconocido haber sufrido depresión en algún momento de sus carreras. Y no son pocos los futbolistas notoriamente exitosos que también caen en las garras de esta enfermedad. Posiblemente dos de l os casos más comentados de los últimos años los han protagonizado Andrés Iniesta o Álvaro Morata, figuras principales en equipos como el Barcelona o el Real Madrid, pero no son los únicos.
Según el citado estudio, la probabilidad de que un profesional sufra depresión aumenta en hasta cuatro puntos cuando este ha sufrido al menos tres lesiones de gravedad. Pero también otros factores como la autoexigencia no satisfecha o la presión ante las expectativas después de un gran fichaje.
Volviendo a los futbolistas de élite, éstos son, antes que eso, seres humanos y, como tales, expuestos a las mismas enfermedades que los demás. De hecho, podría decirse que son más vulnerables a sufrir problemas mentales. La razón es sencilla: son enormemente famosos y, como consecuencia de ello, se encuentran a todas horas en el punto de mira de la prensa, incluso en lo que afecta a su vida privada. Además, concitan admiraciones u odios a partes iguales y sus fallos son presenciados por millones de personas.
No todos resisten esa presión. El también guardameta alemán Robert Enke se suicidó arrojándose a las vías del tren en 2009. Esa medida desesperada fue, al parecer, motivada por la muerte de su hija, acaecida tres años antes. Sin embargo, ya en 2003, mientras jugaba en el Barcelona, desarrolló tal miedo al fracaso, que hubo de recibir tratamiento médico para sobrellevarlo. Aun así, nunca superó esa patología. Justamente una leyenda del equipo catalán, Andrés Iniesta, ha contado hace poco la fuerte depresión que sufrió en 2009 y que a punto estuvo de hacerle dejarlo todo.
Sin embargo, a juzgar por las cifras que manejan los expertos y los pocos casos que trascienden a la opinión pública, parece que la depresión de los futbolistas sea un tema tabú.
Algunos datos sobre la depresión en el fútbol
Reiteramos que quienes han estudiado a fondo el fenómeno, estiman que un 38% de jugadores en activo padecen depresión o ansiedad.
Y lo que es más grave aún: se calcula que, cada año, se producen 60 suicidios en el mundo de fútbol, aunque muchas veces se camuflan como accidentes. En cuanto al número de ellos en España, sería de tres anuales. Hay que pensar que, en el deporte rey, se pasa de héroe a villano en cuestión de minutos y los jugadores, muchas veces, son casi adolescentes. No puede ser fácil para ellos soportar esa enorme presión.
Pero, si se dan casos de suicidios entre futbolistas en activo, la cifra de aquellos se multiplica en el caso de quienes ya se han retirado. Al hacerlo, se les termina la popularidad y los grandes ingresos económicos. En definitiva, se convierten en un ciudadano normal y no todos pueden sobrellevarlo. A ello se añaden, a veces, problemas de alcohol o drogas. No hace mucho, se realizó en Inglaterra una encuesta anónima entre 100 futbolistas en la cual más de la mitad señalaban que la cocaína era habitual en su mundo. A causa de su adicción a las drogas, ex-jugadores como el irlandés George Best o el español Julio Alberto estuvieron en su momento al borde del suicidio.
En definitiva, la depresión y la ansiedad son dos enfermedades muy presentes en el mundo del fútbol y que poco a poco van saliendo a la luz.