MORIR DOS VECES

Rocío Girat sufrió por años la peor vejación a la que pueda ser sometido un ser humano: la pérdida de su libertad; física, intelectual y moral.

Sometida a una esclavitud violenta, esta joven que hoy ve su vida arruinada, obligada a una exposición pública que fue necesaria para que sea escuchada por las autoridades que hasta ese momento habían mirado para el costado, tiene sin embargo el triste privilegio de poner a la sociedad cara a cara con historias no tan lejanas de otras jóvenes que también fueron sometidas a la esclavitud sexual por sus apropiadores.

Argentina tiene una larga historia de avances de quien ejerce algún poder sobre la vida de los otros.

Avances perversos, como en este caso que tanto nos golpea, y también avances de una violencia inusitada en manos de quienes en épocas de quienes avasallaron el estado de derecho y llegaron a suponer que violando mujeres, robando niños, asesinando y torturando se avanzaba en una sociedad mejor, occidental y cristiana.

Lo más dramático es sin duda “el silencio circundante”. Nadie ve nunca nada y todos tenemos una explicación –lógica y fundamentada- para no haber tomado conciencia de las aberraciones que sucedían a nuestro alrededor.

Va a ser muy difícil para Rocío construir de aquí en más una vida normal. Si hacemos un ejercicio de sinceridad concluiremos que va a resultarle ciertamente imposible.

¿Cómo se vuelve de este horror?, ¿cómo se recupera el equilibrio del cuerpo y el alma?, ¿cómo vuelve a confiarse en afectos primarios?….¿cómo se pierde el miedo y la humillación?.

Mientras tanto la sociedad se olvidará de esta víctima, llorará lágrimas de cocodrilo por otras víctimas y seguirá mirando distraídamente para el costado hasta el momento en que los hechos le estallen en la cara.

Como antes, como hoy…y como siempre.

Como si morir dos veces fuese obligatorio en la Argentina.