Municipales: mucho más que una elección gremial

Por Adrián FreijoComo nunca antes la elección de autoridades del STM encarna en la ocasión la necesidad de que los trabajadores cierren un ciclo de destratos y agresiones padecidos en la era Arroyo.

Fueron años duros, dolorosos; años en los que un grupo de iluminados encaramados en el poder por el voto de una sociedad engañada tras la fachada de la honestidad, descargó toda la batería imaginable de insultos, descalificaciones, persecuciones y agravios sobre el trabajador municipal.

Años de conquistas avasalladas, derechos negados y siempre la palabra despectiva dirigida con la intención de enfrentar a los municipales con la sociedad. Quienes ejercían el poder vieron en las angustias de la gente la oportunidad perversa de convertir en responsables a quienes menos lo eran: los trabajadores.

En el centro del conflicto, cuando no, la dirigencia gremial. Estigmatizada, perseguida hasta el intento de humillación y señalada como responsable de una crisis que sin embargo encontraba su justificación en la mala administración y la impericia de quienes conducían el municipio.

Que no dudaban además en ejercer todos los vicios que pretendían de palabra desterrar. El ingreso de familiares y amigos al plantel funcional, con altos salarios y saltando todo paso administrativo obligatorio, se convirtió en una constante que despertó el escándalo público pero no logró evitar la intención de privilegiar el nepotismo y el uso de lo público en beneficio propio.

Paralelamente todo aquello que debía ser gestionado por los privados -vaya como ejemplo el deficiente servicio de higiene urbana- se beneficiaba con aumentos constantes lejos de toda lógica e ingresaba en el terreno de descontrol administrativo suficiente para suponer altas dosis de corrupción detrás de las decisiones. Excepciones, concesiones, licitaciones amañadas…todo el menú del manejo turbio y sospechoso reinaban en la administración tras la pantalla de los trabajadores como los grandes culpables de una municipalidad inviable.

Con firmeza a la hora de la protesta e inteligencia en el manejo de las situaciones y los tiempos, la dirigencia logró llevar el barco en medio de la tormenta y tras más de un trienio de disparates oficiales consiguió arrancar a Arroyo y a los suyos el compromiso de discutir un convenio paritario y acuerdos salariales que, en el contexto de una quita nacional del poder adquisitivo de los trabajadores, marca por estas horas una recuperación que a fin de año representará un 5% por arriba del deterioro inflacionario. Lo que no es poco…

La obligada judicialización de los conflictos, que tendrá por estas horas una fuerte reivindicación de la Corte bonaerense en cuanto al meneado caso de las bonificaciones docentes, apareció entonces como una hábil estrategia compensatoria frente a la indefensión y el destrato. Lo que debía resolverse en el terreno político -como ocurre con toda conculcación de derechos gremiales adquiridos- cambió de terreno y se sometió al dictado de la justicia.

Por eso esta no es una elección más.

Lo que se enfrenta es el derecho de los trabajadores a elegir libremente a sus representantes y la culminación de un enfrentamiento salvaje en el que se pretendió convertirlos en precarizados indefensos. Y mucho pesará el aval que sepan darle a sus representantes para que nunca más un puñado de inadaptados funcionarios se sientan en capacidad de quitarles sus derechos, enfrentarlos con el pueblo y referirse a ellos como ladrones, chantajistas, vagos y delincuentes.

No es solo una comisión directiva lo que está en juego; es la vigencia de la dignidad del trabajo, de los derechos adquiridos y del derecho a agremiarse -todos logros consagrados desde mediados del siglo pasado- lo que va a dirimirse en las urnas.

Y la oportunidad de que los municipales griten fuerte que no han podido quebrarlos, y mucho menos derrotarlos.