El hombre de todas las palabras y que junto a Astor Piazzolla dejó algunas de las obras más bellas de la segunda mitad del S XX dejó de existir en el día de hoy.
El poeta y escritor Horacio Ferrer, de 81 años, autor de varias de las más memorables letras de tangos de Astor Piazzolla, murió hoy a los 81 años, a causa de una enfermedad. Así lo confirmo a el titular del gremio de gastronómicos de la Capital Federal, Dante Camaño, quien puntualizó que Ferrer falleció tras permanecer varios días internado en el Sanatorio Güemes de esta Capital, perteneciente a la obra social del sindicato. El fallecimiento se produjo esta tarde a raíz de una complicación cardíaca y la familia aún no había decidido dónde serán velados sus restos, precisó el dirigente sindical
Horacio Arturo Ferrer Ezcurra (Montevideo, 2 de junio de 1933 – Buenos Aires, 21 de diciembre, 81 años) es un escritor, poeta e historiador del tango uruguayo, nacionalizado argentino.1 Compuso más de doscientas canciones y escribió varios libros de poesía e historia del tango. Es especialmente famoso por los tangos canciones realizados con Astor Piazzolla, como «Balada para un loco» -incluída entre las 100 mejores canciones latinas de la historia-,2 «Chiquilín de Bachín» y de la operita María de Buenos Aires.
Amante de las pasiones populares, es hincha de Huracán en Argentina y Defensor Sporting en Uruguay. Es presidente de la Academia Nacional del Tango en la República Argentina.
Su vida en Buenos Aires
A fines de 1967 ya estaba radicado en Buenos Aires,8 en una casa ubicada en Lavalle 1447, quinto A, que era la casa histórica de la familia Ezcurra a la que pertencía su madre, en pleno barrio de Tribunales, a una cuadra de la avenida Corrientes, corazón del mundo del espectáculo porteño. Pero siempre mantuvo también una casa en Montevideo.4
Inmediatamente inició el trabajo con Piazzola que lo haría famoso. Piazzola venía buscando un poeta con quien crear obras poético-musicales. Había trabajado con Jorge Luis Borges y con otros poetas, pero no estaba satisfecho. Cuenta Ferrer:
Piazzolla colaboró con varios, con Borges inclusive, pero no era lo que él quería, entonces me buscó a mi, y me dijo: – «quiero que trabajes conmigo porque mi música es igual a tus versos».
En sentido similar Ferrer sostiene que «los versos no son para leer, son para oir como la música», «es música que habla».
El resultado fue la creación de la monumental operita María de Buenos Aires, estrenada en 1968 en la Sala Planeta de Buenos Aires, con Héctor de Rosas y Amelita Baltar como cantantes, y el mismo Ferrer en el papel de El Duende, recitando.
La idea misma de la Operita es muy innovadora: es la historia de una mujer que se siente encarnación de la ciudad. Eso fue algo que no se entendió al principio.
Horacio Ferrer
«María de Buenos Aires» fue una sensación, con un tema instrumental como «Fuga y misterio» que adquirió la condición de clásico porteño. Renovó profundamente la canción argentina, tanto en el tango, como en el folklore y el rock. Emilio del Guercio contó que los integrantes de Almendra, una de las bandas fundadoras del «rock nacional» argentino, fueron en grupo a ver la operita, aun antes de grabar su histórico primer álbum Almendra I.
Con el paso de los años, la operita se convertiría en la obra dramática más puesta en escena del teatro argentino en toda su historia, presentándose en 75 ciudades en 25 países. Ferrer, en 1996, realizó una gira mundial con la operita, dirigida por Guido Kremer, con las voces de Julia Zenko y Jairo, luego reemplazado por Raúl Lavié.
Ya durante las presentaciones de María de Buenos Aires, Piazzolla y Ferrer comienzan a componer canciones de tango con una estética completamente renovada. Entre ellas, componen en 1969 «Chiquilín de Bachín», a partir de un valsecito infantil compuesto por Piazzola y al que Ferrer le aportó una letra inspirada en los niños de la calle que vendían flores en los restaurantes de la zona de teatros de la avenida Corrientes, a los que los artistas iban luego de las funciones. En este caso, el célebre bodegón Bachín, ya demolido, que se encontraba ubicado en la calle Sarmiento, casi esquina Montevideo.1
Por las noches cara sucia
de angelito con bluyín
vende rosas en las mesas
del boliche de Bachín…’
Chiquilín de Bachín
La temática social, una poesía cotidiana y la utilización de neologismos en inglés aparentemente incompatibles con el tango, anunciaban la proximidad de importantes cambios en la canción rioplatense.
Nos habíamos consustanciado enormemente. Entonces, eso inauguraba una nueva estética, porque no tenía nada que ver con lo anterior.
Balada para un loco
En el segundo semestre de 1969, Ferrer le lleva a Piazzola una frase: «ya sé que estoy piantao…»:
Después me dice «y cómo seguimos». Le digo «bueno, hacé vos una segunda que diga loco, loco, loco», e hizo esa hermosura. Y después dice «cómo seguimos», mirá, le digo, a mí me gustaría hacer un recitativo en el medio, y también uno al principio.
Así surgió una de las canciones más populares de la música argentina, que además sacudiría los fundamentos de la canción rioplatense. El resultado fue una balada con ritmo de valsecito y dos recitados hechos a la medida de la expresividad de Amelita Baltar, por entonces esposa de Piazzola. El recitado, que ya había aparecido en María de Buenos Aires y que se repetiría en sus creaciones, es una de las grandes innovaciones de Ferrer para sacudir la estructura tradicional de la canción rioplatenese:
El recurso (el recitado) adquiere en su obra una identidad propia y definida, que lo distingue claramente de los recitados que pudieron haber conocido otros tangos anteriores. La absoluta independencia formal de estos respecto de las partes cantadas es, quizá, su característica más distintiva; las partes recitadas no vienen a repetir en otro tono los versos que se han cantado o están por cantarse; ya ni siquiera se trata de versos. Por otra parte, la variedad de relaciones que se establecen, a través de las obras, entre parlamentos y áreas cantadas, constituye una veta que el tango anterior no había sabido explotar, por lo general nunca demasiado lejos de los modelos clásicos del tipo ABCB.
La canción fue estrenada de inmediato en Michelángelo, pero poco después Piazzola, Ferrer y Baltar deciden presentarla para concursar en el Primer Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción que se realizó en el Luna Park de Buenos Aires entre del 9 al 14 de octubre de 1969, con un jurado de alto nivel internacional que integraban entre otros Vinicius de Moraes y Chabuca Granda.11 La Balada fue presentada la primera noche y tuvo una excelente acogida por parte del jurado, que la declaró finalista en el rubro «tango». Pero la decisión del jurado generó una controversia entre los organizadores, muchos de ellos tradicionalistas, que llevó a una modificación de las reglas del festival, desplazando al jurado de músicos por un «jurado popular» que en la final del 14 de octubre declaró ganadora a otra canción.
Pero pese a perder el festival, la canción se instaló en el gusto popular. De inmediato decidieron grabar la canción en un simple, cantada por Roberto Goyeneche y con «Chiquilín de Bachín» como lado B. La Balada… revolucionó la canción popular argentina y los versos de Ferrer pasaron a ser un lugar común de la cultura popular:
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,
no ves que va la luna rodando por Callao…
El tema se convirtió en un éxito popular inmediato y ha quedado como una de las canciones más famosas de la música latina de todos los tiempos.2 Gracias a la importancia cultural de la canción, en 2012, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires estableció por ley 4179 denominar a la esquina de Corrientes y Callao, como «Esquina Horacio Ferrer», colocándose allí una placa que así lo indica.
Entre las canciones escritas por el dúo Piazzolla-Ferrer en ese momento se encuentran «Balada para mi muerte», «Canción de las venusinas», «La bicicleta blanca», «Juanito Laguna ayuda a su madre» y «Fábula para Gardel», grabadas en el álbum Astor Piazzolla y Horacio Ferrer en persona, lanzado en 1970. En total compusieron juntos más de 40 tangos.