Por Adrián Freijo – Todos piden excepciones y concederlas sería un suicidio. Mientras tanto se dictan normas que en muchos casos la inacción y la burocracia convierten en vacías.
Los negocios quieren abrir, la construcción pide ser activada, millones de atletas hasta ayer desconocidos insisten en la necesidad vital de salir a correr, los empresarios claman por quien pague sus sueldos y los trabajadores apuran una ayuda que les permita llegar a fin de mes. Y casi la mitad de los argentinos, caídos al costado del camino o haciendo equilibrio desde la informalidad, miran al poder preguntándose quien se va a hacer cargo de ellos.
Y el presidente firma más de 20 decretos de necesidad y urgencia que, en la casi totalidad de los casos, intentan atender las demandas y necesidades…
Y el gobernador, por momentos extrañamente ausente y perdido en disquisiciones ideológicas que como siempre esconden la falta de hechos e ideas, atina a seguir sin queja alguna todo lo que se dispone en Balcarce 50, aunque no pueda disimular que hubiese preferido un criterio más alineado con la épica amigo-enemigo de su mentora…
Y Guillermo Montenegro, como tantos otros intendentes opositores, comprende que no es momento de especulaciones políticas y se muestra alineado con Balcarce 50 hasta el punto de merecer el elogio explícito del mandatario. Aunque en el oído de sus más inmediatos colaboradores no esté del todo de acuerdo con los números presidenciales y exprese sus temores por una multiplicación de casos que afecte especialmente a su distrito. Y es que el porcentaje de mortandad en Mar del Plata, según lo rescata una nota de hoy en el diario La Capital, triplica el índice promedio del país; todo un tema del que mucho se hablará en los próximos días…
Pero también deben esquivar constantemente las zancadillas de las segundas líneas de gobierno.
Compras con sobreprecio -que ahora se sabe son muchas más que aquella que explotó en el ministerio loteado de Daniel Arroyo y que aún tiene noticias y nombres para ofrecer- y un parlamento ausente en el que Sergio Massa, en creciente sociedad con Máximo Kirchner, se convierte el «el legislador de la crisis» dejando fuera a todos los representantes de la oposición y cubriendo el espacio que deja vacío el Senado, cerrado bajo cuatro candados por decisión de Cristina Fernández, y resuelve por decreto cuestiones que mucho más tienen que ver con lo efectista que con lo efectivo mientras defiende a capa y espada los privilegios de sus pares, tratando de dar una imagen de austeridad que, como el rey del cuento, ha quedado desnuda.
Declaraciones poco felices de varios ministros -lo de Sabrina Frederic con el ciberpatrullaje se roba cómodamente el podio- y los errores de Alejandro Vanoli desde la ANSES y de Miguel Ángel Pesce desde el BCRA y la sospechosa quietud de Mercedes Marcó del Pont desde la AFIP reteniendo resoluciones que le son reclamadas desde presidencia para aliviar la situación de las empresas y de los particulares alcanzados por diferentes impuestos para los que un DNU no es suficiente arma de defensa- poco ayudan para dar al momento la agilidad y solidez de respuesta que reclama y que solo está, por ahora, en la cabeza y decisión de Alberto Fernández.
Para completar el panorama la Corte estira la feria extraordinaria, privando al país de la administración de justicia, pero se toma su tiempo para dictar resoluciones que, como la libertad de Amado Boudou que antecede a muchas otras que ya están decididas y a punto de ver la luz, agreden a una sociedad que comienza a sospechar que a alguien se le puede haber ocurrido utilizar el drama del coronavirus para consagrar la impunidad.
En condiciones normales sería inadmisible que el poder quedase concentrado solo en las cabezas de los ejecutivos. El control del Congreso y la vigilancia de la justicia son condiciones inexcusables del sistema democrático. Pero hoy la cosa es diferente y el presidente, el gobernador y los intendentes deben moverse con lo que tienen, asumiendo la responsabilidad de la hora y corriendo el riesgo de ser acusados por ello en el futuro.
La buena voluntad y el acompañamiento de todos los estamentos institucionales vive por ahora solo en el reino de la palabra. Y todos sabemos que la palabra no es justamente un valor agregado a la política argentina…
Al final del camino aparece la sombra de la recesión, el desempleo y la caída de muchas empresas; lo que se sumará a los no pocos fantasmas que nos rondaban antes del coronavirus. Y ahí será necesario que todos los poderes del estado aparezcan en plenitud para resolver, legislar y legalizar las medida excepcionales que seguramente deberán tomarse. ¿Todos asumirán su responsabilidad, inclusive la de acompañar a libro cerrado lo que los titulares de los ejecutivos están decidiendo por estas horas?.
¿Lo hará el congreso nacional?, ¿las legislaturas provinciales?, ¿los concejos deliberantes?…
Por ahora, mientras algunos pasan los días atajando penales otros miran distraídamente a la tribuna.
Como si el resultado no les importase…o estuvieran jugando otro partido.