Lo ocurrido en torno a la fallida final entre Boca y River supone llegar al sótano de la historia futbolera argentina. Todos los actores, oficiales u oficiosos, mostraron un nivel tan pobre que asusta.
Hay ocasiones en que ningún protagonista de una historia, cualquiera sea su perfil y contenido, actúa de buena fe. Y eso es triste…
En otras ninguno pone en juego alguna capacidad para resolver situaciones. Y eso es grave…
Pero cuando convergen la mala fe y la incapacidad, estamos frente a una cuestión que difícilmente pueda tener -no importa cuanto tiempo transcurra- posibilidad de ser resuelta. Y eso marca la necesidad de barajar y dar de nuevo…
¿Quién fue el culpable principal del bochorno vivido tras la fallida final entre Boca y River?, ¿hacia dónde deben apuntar las responsabilidades?, ¿a quién señalar como el gran autor del triste espectáculo?.
La respuesta es inevitable: a todos los que algo tuvieron que ver con el súper clásico del fútbol argentino.
Los presidentes de Boca y River siguen fingiendo una buena voluntad mutua que ciertamente no existe. Desde que están a la cabeza de sus instituciones se han propinado decenas de zancadillas; en la AFA, en la CONMEBOL, en el Tribunal de Disciplina, en los medios y en cada lugar u ocasión en el que les fue posible sacar una ventaja.
Durante muchos años titulares de estos clubes que no presumían tanto de amistad y buena fe lograron llegar a acuerdos suficientes como para que las cosas tomasen un cauce normal. D’Onofrio y Angelici han visto jalonar «su declamada amistad» por escándalos, denuncias, protestas, escritorios y enfrentamientos.
Una chapucería constante que el hincha percibe y que no los hace creíbles a la hora de controlar las propias fuerzas oscuras que pululan por sus clubes. Las barras bravas de Boca y River siguen teniendo reglas propias, áreas liberadas y financiamiento interno de los dirigentes. Todo lo demás es parte de la puesta en escena…
La CONMEBOL sigue siendo un organismo prostibulario, cuyas actuales autoridades son la continuidad de todos aquellos que hoy, tras las rejas, esperan que la justicia los condene por las trapisondas realizadas por años, con la colaboración de quienes ahora se presumen puros. Partidos amañados, referées sobornados, negocios con la compra y venta de sedes, coimas con los sponsors...nada ha quedado fuera del repertorio de estos dirigentes que, además, muestran una pobreza intelectual que en ocasiones raya con el ridículo.
La AFA, aunque en esta ocasión se haya esforzado por quedar tras el cortinado y no exponerse, muestra una vez más que sus hombres, sus normas y sus reglas son al menos impresentables. Nunca nadie sabe nada, los esfuerzos se concentran solo en la recaudación y ha convertido a los torneos domésticos en una comedia de enredos que sin embargo ya causa muy poca gracia. Es impresentable, como impresentable es cada uno de sus personajes…
¿Qué decir de las autoridades nacionales y de la CABA?, ¿puede ser posible que guiar un micro a lo largo de diez cuadras pueda terminar en semejante escándalo?. Impericia, irresponsabilidad, desinterés…¿o corrupción ligada a las internas políticas?. En un mundo en el que el propio presidente llega a decir que se despertó una mañana tras soñar que iban a la cancha locales y visitantes y a partir de esa experiencia onírica pretende imponer semejante dislate…todo es posible si del poder hablamos.
Párrafo aparte para el mal llamado «periodismo deportivo» (en realidad tendría que ser nombrado como Departamento de Propaganda de Clubes, Jugadores y Dirigentes) que en esta ocasión batió sus propios récords de incapacidad y complicidad.
Trascendidos disparatados, presunción de primicias inexistentes, operaciones mediáticas de una torpeza tal que en muchas ocasiones abochorna, mentiras a flor de piel y sobre todo una palmaria irresponsabilidad frente a lo delicado del momento. Con 70.000 personas encerradas en el Monumental, se daban el lujo de caldear los ánimos con falsos anuncios de continuidad o suspensión, horarios disimiles, versiones sin asidero alguno, interpretaciones reglamentarias de vaya a saberse que cuño y esas estólidas miradas sobre la pantalla de sus celulares pretendiendo que «alguien importante» se estaba comunicando con ellos para darles primicias tales como que el partido se jugaría en Abu Dhabi y que el ganador ya se quedaba allá para el Mundial de Clubes.
Abu Dhabi…acá nomás…lo lleva el 60. ¡¡¡Por favooorrrrr!!!
Llegamos al sótano…más bajo no se puede. ¿O sí?…con Argentina nunca se sabe y en materia de decadencia hace casi un siglo que venimos batiendo nuestro propio récord. Aunque siempre parezca un imposible.
Mientras esperamos un nuevo bochorno, una nueva prueba de que somos un país manejado por mediocres y mafiosos en el que las personas honestas y trabajadoras han quedado en notoria minoría fáctica y otra vuelta de rosca para la decadencia, pensemos seriamente si vale la pena seguir callados, mascullando bronca e impotencia, lloriqueando por los rincones al ver los niveles de corrupción, fracaso e impericia que nos rodean o ha llegado el momento de organizarnos y pensar seriamente en poner límite a tanta vergüenza y mediocridad.
Para poder salir, alguna vez, de este sótano hediondo en el que nos hemos acostumbrado a vivir.