La presencia del presidente en el Coloquio de IDEA estuvo acompañada de un operativo de seguridad que alejó a cualquier ser humano a cientos de metros de su paso. ¿Vale la pena engañarse?
Mauricio Macri no es el primero…pero es uno más. Los políticos argentinos en el poder suelen transitar calles, rutas y caminos en medio del peor de los aislamientos. Vallados, fuerzas de seguridad, helicópteros, armas largas, todo lo necesario para garantizar su seguridad.
Pero jamás usted escuchará de sus bocas la confesión de que «algo debo estar haciendo mal para no poder mezclarme con mi gente».
Rodeados de adulones, encargados de seguridad y asesores de imagen, nuestros gobernantes terminan encerrados en una burbuja confortable y engañosa: creen que viven la realidad y ciertamente son prisioneros de una ficción que, cuando les explota en la cara, los encuentra con la indefensión del que no sabía que aquellos suaves vientos –de los que los protegieron con una bufanda de mentiras– escondían un huracán de fuerza imparable.
El operativo de seguridad que rodeó la visita presidencial al encuentro con sus pares, empresarios inescrupulosos y políticos siempre dispuestos a la genuflexión frente al poder económico, siempre acompañados de un periodismo acrítico que se solaza ante la estúpida convicción de ser parte integrante de este circo.
La realidad queda entonces a cientos de metros, separada del poder por un operativo digno de un estadio de conmoción, es la que terminan ignorando quienes, como Macri, solo escuchan a solo a aquellos que a su alrededor aplauden a cambio de salarios de lujo que nada tienen que ver con los que sostienen las angustias del hombre común.
¿Les sirve?, ¿les garantiza un futuro tranquilo?…¿pueden caminar tranquilos por la calle Menem, De la Rúa o Cristina?, ¿sus apellidos honran a su descendencia o más bien la marcan con el estigma de la corrupción y el desprestigio?. Y estas preguntas, que en honor al espacio no ampliamos, podrían ser aplicadas a decenas de sus colaboradores y funcionarios que en el momento del poder también creían que mientras el pueblo quedaba a cientos de metros el aplauso de los mismos empresarios y los mismos periodistas eran garantía suficiente de eternidad y gloria.
En la Argentina el poder ha sido una fábrica de deshonor. Y si bien es cierto que en ello tiene mucho que ver el patriarcalismo cultural que caracteriza a nuestra sociedad, no es menos cierto que los entornos que aíslan al gobernante, la prensa adepta a cambio de unos míseros pesos y la capacidad de alejar a los gobernantes de la realidad han sido el camino perfecto hacia el error y la soledad del poder.
En el proscenio de IDEA Macri hablaba de lo claro que tiene el camino para llevarnos a la gloria; quinientos metros a la redonda quedaba una ciudadanía que seguramente quería decirle otras cosas.
Esas que aterran a su entorno y a todos los entornos…