La política argentina se llena de casos de dirigentes y funcionarios que se convierten en el más acabado ejemplo de la miserabilidad. Pero hay una sociedad que acepta, calla y cuando puede imita.
Victoria Donda «negreando» a una empleada e intentando lograr que le paguemos entre todos, Sergio Massa y tantos otros saltando de un partido a otro, Máximo Kirchner tratando de ser presidente del PJ de la provincia estando afiliado en Santa Cruz, Cristina Fernández cobrando millonarias jubilaciones en base a un engaño jurídico ante el que nadie dice nada, Carolina Píparo buscando encubrir a su esposo frente al disparate de «confundir» a jóvenes inocentes con los motochorros que los habían asaltado unos minutos antes, José Alperovich abusando de su sobrina y escondiéndose tras una licencia en el Senado para no perder sus fueros, Fernanda Raverta ordenando una persecución estalinista en la Anses mientras entrega el dinero de los jubilados al gobierno y enmascara el ajuste a los haberes como si fuese un «cambio de sistema de actualización», a sabiendas de que está afectando a un sector que no tiene capacidad de respuesta organizada y al que será fácil engañar con alguna migaja cuando haga falta rescatar parte de su poderío electoral.
Pequeños y recientes ejemplos de una Argentina que ya ni siquiera está en condiciones de recordar casos similares más allá de un par de años pero que bien podría traerlos a colación desde el fondo mismo de su historia…
Todo el tiempo, de uno u otro lado de la grieta, surgen ejemplos putrefactos de una casta convencida de que todo puede hacerse y todo puede explicarse. Y que si alguna cuestión «non sancta» queda en evidencia…nada pasará ni castigo habrá.
Una casta que sabe que siempre podrá volver, oculta entre los pliegues de una boleta sábana, y que además poco habrá que andar para que salte otro escándalo que difumine en las nubes del tiempo lo que hoy indigna y mañana costará recordar.
Y Donda seguirá en su puesto -o a lo sumo en otro-, Máximo será presidente de un partido al que ni siquiera pertenece, Cristina cobrará todas sus jubilaciones hasta el fin de sus días, Raverta postulará sus ambiciones sobre el hambre de los jubilados, Píparo continuará en su banca pese a haber mentido e intentado exculpar el despropósito llevado adelante por su marido y Sergio Massa volverá a saltar el primer charco que le pongan adelante asegurando que nunca estuvo del otro lado.
Y todos nosotros diremos...»que le va a hacer; son incorregibles».
Una sociedad que no castiga la mentira, la corrupción, el engaño especulativo, la violación de las normas y la perversión convertida en poder es una sociedad que, tal vez sin saberlo, ya está muerta.
Descansemos en paz…