Pocos paros generales han tenido tan bajo acatamiento en la historia argentina; pero tampoco el gobierno puede esgrimir que ese porcentaje sea un éxito rotundo. La obligación de dialogar.
No se los notaba felices a los sindicalistas nucleados en la CGT, ya que sobre sus espaldas cayó todo el peso político de un paro que no querían y que les fue arrancado por sus socios «díscolos» de la CTA y los grupos de base definitivamente inoculados con el P.O. y otras expresiones de izquierda que los emparentan además con la organizaciones sociales.
Terminado el día no pueden esgrimir que la calle y la fuerza del trabajo les pertenece, como ocurría en otras épcas, en las que a veces por convicción y muchas otras por miedo, el país se detenía al solo conjuro de aquel matrimonio conceptual e irreductible: CGT+PARO GENERAL.
Una alianza que a veces sirvió para mejorar las condiciones de los trabajadores -realmente las menos- pero generalmente les alcanzó para voltear gobierno no peronistas y mantenerse por siete décadas como «la columna vertebral del Movimiento». La avaricia demostrada durante el tiempo del menemismo -en el que un porcentaje alarmante de caciques sindicales se convirtió en empresario y se enriqueció hasta lo obsceno- y la flojedad ante la estrategia de Néstor Kirchner de robarles la calle para entregarla en manos de sus principales aliados fácticos que eran las organizaciones sociales, hizo que a su vera nacieran sindicatos de base tanto o más combativos que aquellos que en los sesenta Tosco, Ongaro y tantos otros le plantaron a Vandor y a toda «la burocracia» tan contaminada como esta.
Y hoy comprendieron que el camino se ha angostado y que solo una alianza efectiva y sólida con el gobierno puede ayudarlos a rescatar al menos algo de lo perdido. Y para ello Macri deberá convencerse que ha llegado la hora de mirar a la clase trabajadora, a los jubilados y a todos los sectores más débiles de la Argentina y comenzar a atender sus reclamos.
Si no lo entienden, si no son capaces de comprender que la historia y su propia historia están en juego, es posible que este paro de hoy haya marcado el principio del fin del poder que a ambos le queda y el mensaje de los millones de ciudadanos que contra viento y marea fueron a sus trabajos haya caído en saco roto.
Lo que sería malo para todos…