Pederastía en la Iglesia: a Francisco se lo comió la interna vaticana

RedacciónEl Papa aportó al debate un documento de 21 puntos que no hace otra cosa que maquillar la endogamia eclesiástica al momento de juzgar casos de abuso. Un aporte escaso.

Jorge Bergoglio asumió a Francisco con la intención de atacar a fondo los temas que poco a poco se fueron convirtiendo en una sangría constante para la Iglesia Católica. Sus primeros meses en el Trono de Pedro amagaron con una revolución profunda, moral y por cierto impostergable. Nada de eso tuvo un co-relato con la realidad…

El celibato, la comunión de los divorciados, el papel de los laicos en la Iglesia y el empoderamiento de la mujer como protagonista de la vida religiosa en paridad con el hombre fueron temas que, si bien suponían un debate profundo, medular y sin apuro, ya debían estar en pleno tratamiento e identificados con una estrategia resuelta en el balance de su papado.

Nada de eso pasó y todo fue diluyéndose en anuncios cada vez más tibios que hoy convierten esas cuestiones en otras tantas de las que jamás cambian en una institución que se aleja de la eternidad para abrazarse a la vejestud.

Pero claro, había una cuestión que bien podía definirse con el  slogan de «la madre de todas las batallas» y que era la de los abusos sexuales en el ámbito religioso, aquellos que se llevaron puestos a su antecesor y que llegaron a instalar en la sociedad la convicción de que la pederastía y la homosexualidad protegida y solapada -no la que se vive de cara a la propia elección sino la otra, la culposa,la que se ejerce desde la violación consciente de la norma, la mentira y la posición de poder que permite descalificar en el otro lo que se acepta en uno mismo y que el propio pontífice supo definir como «el lobby gay» puertas adentro de la Santa Sede– era parta indivisible de la vida religiosa católica.

Y cuando el escándalo se llevó puestas las tibias intenciones de cambio, el Papa se vio obligado a poner la cuestión en el centro de la escena y convocó la cumbre sobre los abusos sexuales en la Iglesia que empezó el jueves  y que tendría como resultado medidas concretas contra los abusos cometidos por eclesiásticos. Para ello, elaboró un resumen con todas las ideas propuestas por varias comisiones y conferencias episcopales para hacer frente a los escándalos de pederastia.

Del documento surge la duda acerca de cual es el alcance de la convicción de Francisco para tomar, de una vez por todas, el toro por las astas. Con un lenguaje pretendidamente claro el Papa termina generando una verdadera entelequia conceptual que da como resultado esta tibia expresión que mantiene todos los mecanismos que fueron útiles al ocultamiento y la complicidad de las jerarquías con tan monstruosos crimen.

Sin dejar de lado una sola de las propuestas -ya que deseamos  respetar el contexto en el análisis para no caer el el pecado de la parcialidad- hemos recorrido las inquietudes papales buscando un camino de cambio que, a nuestro juicio, no puede por ahora identificarse.

Los 21 puntos y el análisis de LIBRE EXPRESIÓN.

1. Elaborar un vademécum práctico en el que se especifiquen los pasos a seguir por la autoridad en todos los momentos claves de la emergencia de un caso.

(Nota de R): hasta aquí un enunciado general al que solo podría cuestionarse el derecho que pueda asistir a la Iglesia para no aceptar lo que al respecto fijan las reglas penales vigentes en el país en el que se realice el abuso).

2. Establecer instalaciones de escucha, compuestas por personas preparadas y expertas, donde se realice un primer discernimiento de los casos de las presuntas víctimas.

(Nota de R): Idem al punto anterior.

3. Establecer criterios para la participación directa del Obispo o del Superior Religioso.

(Nota de R): que no podrían ser otros que dar cuenta a las autoridades civiles de la existencia de un probable delito. ¿O es que la Iglesia Romana supone una estructura «ut supra» de la legislación nacional y los protocolos internacionales.

4. Implementar procedimientos compartidos para el examen de las acusaciones, la protección de las víctimas y el derecho de defensa de los acusados.

(Nota de la R): aquí aparece la primer gran duda: ¿procedimientos compartidos significa algún grado de careo o confrontación entre víctima, victimario, autoridades superiores religiosas y «especialistas»?

5. Informar a las autoridades civiles y a las autoridades eclesiásticas superiores de acuerdo con las normas civiles y canónicas.

(Nota de R): tardía obviedad.

6. Realizar una revisión periódica de los protocolos y de las normas para salvaguardar un ambiente protegido para los menores en todas las estructuras pastorales; protocolos y normas basados en los principios de la justicia y de la caridad y que deben integrarse para que la acción de la Iglesia en este campo también sea conforme a su misión.

(Nota de R):  «un ambiente protegido para los menores en todas las estructuras pastorales» representa mantener a la víctima dentro del ámbito de la institución a la que pertenece y de la que proviene el abusador, cuando todo indicaría la conveniencia de apartar a uno y otro de la escena y las reglas utilizadas para cometer el delito.

7. Establecer protocolos específicos para la gestión de las acusaciones contra los Obispos.

(Nota de la R): ¿protocolos específicos?. Ya existen: denuncia en sede judicial y garantía del derecho de defensa dentro de lo normado por la ley y el código procedimental. Todo lo reglado en el Derecho Canónico hace a la vida interna de la Iglesia y a las sanciones administrativas que pudiesen caber pero de ninguna manera supeditan a su decisión los pasos legales que deben seguirse frente a la posible comisión de un delito.

8. Acompañar, proteger y cuidar a las víctimas, ofreciéndoles todo el apoyo necesario para su completa recuperación.

(Nota de R): siempre y cuando esto se lleve adelante fuera del ámbito del abuso y lejos de los presuntos responsables directos o de quienes hayan colaborado con las acciones u omisiones que lo hicieron posible.

9. Incrementar la conciencia de las causas y de las consecuencias de los abusos sexuales a través de iniciativas de formación permanente de Obispos, Superiores religiosos, clérigos y agentes pastorales.

(Nota de R): importante y positivo)

10. Preparar caminos para el cuidado pastoral de las comunidades heridas por los abusos, así como itinerarios penitenciales y de recuperación para los culpables.

(Nota de R): uno de los aspectos más criticados en la política vaticana en la cuestión de los abusos parece emerger de esta propuesta de Francisco. Porque el «cuidado pastoral de las comunidades heridas» ha sido hasta ahora sinónimo de presión para convencerlas de evitar el escándalo (impunidad) y los «itinerarios penitenciales y de recuperación» representaron lugares de aislamiento momentáneo para alejarlos de la mano de la justicia penal. Cuidado con los alcances reales de esta propuesta.

11. Consolidar la colaboración con todas las personas de buena voluntad y con los operadores de los medios de comunicación para poder reconocer y discernir los casos verdaderos de aquellos falsos, las acusaciones de calumnias, evitando rencores e insinuaciones, habladurías y difamaciones.

(Nota de R.): en los hechos se propone instaurar la censura previa en el tratamiento de estas cuestiones, lo que significaría acallar las denuncias hasta la existencia de una sentencia firme. Lo que teniendo en cuenta la capacidad de presión de la Iglesia y el mantenimiento de pautas de encubrimiento daría como resultado una seria dificultad para llegar a la verdad y la justicia.

12. Elevar la edad mínima para contraer matrimonio a 16 años.

13. Establecer disposiciones que regulen y faciliten la participación de expertos laicos en las investigaciones y en los diferentes grados de juicio de los procesos canónicos concernientes a los abusos sexuales y/o de poder.

(Nota de R): ¿Elegidos por quién?…¿la justicia?…¿las víctimas?…¿o la Iglesia Católica de acuerdo a sus parámetros de lo que supone ser «un experto»?.

14. El derecho a la defensa: es necesario salvaguardar el principio de derecho natural y canónico de la presunción de inocencia hasta que se demuestre la culpabilidad del acusado. Por lo tanto, es necesario evitar que sean publicadas las listas de los acusados, incluso por parte de las diócesis, antes de la investigación previa y la condena definitiva.

(Nota de R): Idem punto 11.

15. Observar el tradicional principio de la proporcionalidad de la pena con respecto al delito cometido. Deliberar que los sacerdotes y obispos culpables de abuso sexual de menores abandonen el ministerio público.

(Nota de R): Un punto especialmente alarmante. Hasta el momento la política vaticana al respecto ha sido la de reasignar a los abusadores a otras parroquias o resguardarlos en casas de recuperación. La privación del ejercicio del ministerio no es algo que sirva para castigo del delincuente y/o resarcimiento a la víctima. Es en este punto en el que se observa con mayor nitidez la continuidad de políticas de encubrimiento que durante siglos han empedrado el camino del divorcio entre la gente y la autoridad eclesiástica.

16. Introducir reglas concernientes a los seminaristas y candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa. Para ellos introducir programas de formación inicial y permanente para consolidar su madurez humana, espiritual y psicosexual, así como sus relaciones interpersonales y su comportamiento.

(Nota de R): nada de todo esto será de utilidad hasta que no se debata seriamente la cuestión del celibato sacerdotal

17. Efectuar para los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada, una evaluación psicológica realizada por expertos cualificados y acreditados.

(Nota de R): otra vez aparece la cuestión de los «expertos». ¿Elegidos por la Iglesia?, ¿para evaluación psicológica de acuerdo a qué parámetros?, ¿la justificación del celibato?, ¿la castidad como escondite de la propia sexualidad?.

18. Indicar las normas que rigen el traslado de un seminarista o aspirante religioso de un seminario a otro; así como de un sacerdote o religioso de una diócesis o congregación a otra.

(Nota de R): inadmisible como método de encubrimiento.

19. Formular códigos de conducta obligatorios para todos los clérigos, los religiosos, el personal de servicio y los voluntarios para delinear los límites apropiados en las relaciones personales. Especificar los requisitos necesarios para el personal y los voluntarios, y verificar sus antecedentes penales.

(Nota de R): importante, lógico y aconsejable siempre y cuando exista control institucional y efectivo.

20. Ilustrar toda la información y datos sobre los peligros del abuso y sus efectos, cómo reconocer los signos de abuso y cómo denunciar las sospechas de abuso sexual. Todo esto debería hacerse en colaboración con los padres, los profesores, los profesionales y las autoridades civiles.

(Nota de R): Idem puntos 17 y 20

21. Es necesario que se instituya, allí donde aún no se ha hecho, un órgano de fácil acceso para las víctimas que deseen denunciar eventuales delitos. Un organismo que goce de autonomía incluso con respecto a la autoridad eclesiástica local y compuesto por personas expertas (clérigos y laicos), que sepan expresar la atención de la Iglesia a aquellos que, en este campo, se consideran ofendidos por actitudes inadecuadas por parte de los clérigos.

(Nota de R): vuelve a surgir aquí la confusión jurisdiccional: ¿porqué debería este organismo ser integrado por miembros de la institución en cuyo ámbito se habría producido el abuso?. Este organismo de denuncia deberá ser parte del armando institucional civil y no tener vinculación alguna con la Iglesia, cuyo espectro tutelar nada tiene que ver con la comisión de delitos.

En resumen el documento de Francisco termina siendo un maquillaje no demasiado profundo de los mecanismos actuales y muestra que, si realmente existe vocación por resolver la grave cuestión, poco y nada ha comprendido el pontífice del alcance y gravedad de los hechos de abuso que atraviesan a la Iglesia Católica y que la han puesto en la picota universal en un grado que ya comienza a generar preocupación sobre su misma continuidad como institución.

La sociedad reclama respuestas profundas, sanciones ejemplares, un tratamiento abierto y de cara a la gente de estos temas y sobre todo gestos y actitudes que demuestren que el Vaticano ha dejado de ser sitio de encubrimiento y está dispuesto a acompañar al mundo en esta maravillosa cruzada contra la pedofilia y el abuso infantil.

Al no avanzar en aquellos temas que anunciaba al inicio de su reinado Francisco ha perdido imagen.

Al no hacerlo en éste, corre el riesgo de perder –y hacer perder al barco que comanda– mucho más que eso….