Martín Guzmán, cuya carrera profesional se desarrolló en su totalidad en EEUU y en las cercanías de los centros de poder económico, recibió a los enviados del FMI con reverencia y genuflexión.
Tal vez el hombre quiera volver pronto a los centros del poder económico mundial y ser recibido como «uno de nosotros». O tal vez ya haya tomado nota de que en Argentina es imposible generar un plan económico serio, sustentable y en el que un gobierno juegue sus cartas contra viento y marea.
O simplemente…esté haciendo lo que vino a hacer cuando el Frente de Todos aceptó que para ganar tenía que arriar sus banderas «revolucionarias» y garantizar a los verdaderos dueños de la Argentina un gobierno tan de rodillas como el de Macri pero con capacidad de mantener a la gente tranquila y a la espera de una justa distribución de la riqueza.
Los enviados del FMI fueron recibidos con la certeza de que esta semana el Senado convertirá en ley el Presupuesto 2021, hecho a medida de las exigencias del organismo, y que el Gobierno avanzará con más señales de austeridad fiscal, como la reforma impulsada en materia previsional que cumplirá, por fin, con una vieja demanda de la institución: que los jubilados argentinos no cobren más de U$S 100 dólares mensuales como paso previo a volver a la exigencia de las jubilaciones privadas como sistema principal en las próximas dos décadas.
El anfitrión fue el ministro de Economía, Martín Guzmán acompañado por el representante argentino ante el organismo, Sergio Chodos. La delegación del FMI estuvo encabezada por la directora adjunta del departamento del Hemisferio Occidental, Julie Kozack; el jefe de la misión para Argentina, Luis Cubeddu; y el representante residente del Fondo en el país, Trevor Alleyne.
Una delegación de segundo o tercer nivel que muestra la intención del FMI de hacer el trabajo sucio con Guzmán para luego exigir de Alberto Fernández la obligación de poner la cara ante la sociedad y ante los poderes centrales.
A las señales de ajuste brutal de Guzmán se suma la decisión oficial de aplicar un fuerte recorte en el Ingreso Familiar de Emergencia, que en diciembre bajará de $90.000 millones a $25.000 millones, en lo que será el último pago de ese subsidio por la pandemia.
Sin perder tiempo, los enviados del FMI ya mantuvieron contactos con el ministro rumbo a la reprogramación del pago de vencimientos de deuda. Guzmán busca convencer a los enviados de que la Argentina va camino de realizar reformas, como la de la movilidad jubilatoria, que le permitirán reducir el déficit fiscal.
La Argentina aspira obtener un programa de facilidades extendidas para renegociar la deuda de 44.000 millones de dólares, más unos u$s 5.000 millones de intereses y propondrá sellar un acuerdo de facilidades extendidas con el fin de fortalecer la estabilidad en el frente cambiarlo y el mercado de deuda pública y de instrumentos de financiamiento en general en pesos.
En buen romance…recibir una asistencia cash del orden de los U$S 5 mil millones para fortalecer las reservas y escapar al riesgo mayor que el gobierno tiene por delante: un rebote de la tendencia alcista del dólar que puede disparar la inflación, agrandar la brecha cambiaria hasta niveles insostenibles y terminar por agotar las reservas del BCRA dejando al estado de rodillas frente a los mercados especulativos.
Sobre la revisión del artículo 4°, con el que el Fondo monitorea la economía de cada uno de los países que lo integran, el ministro de Economía sostuvo que «se va a utilizar esta ocasión para avanzar» sobre el tema, no con criterio de terminar con esa imposición abusiva frente al concepto de soberanía estatal sino, por el contrario, para garantizar al acreedor un monitoreo constante sobre las cuentas públicas.
Algo que la Argentina había pedido antes de la pandemia de coronavirus que lanzó una prolongada cuarentena desde mitad de marzo y el organismo suspendió, convencido de que en el corto plazo los errores del gobierno de Alberto Fernández lo obligarían a arriar las banderas y presentar la rendición.
Ese día llegó…y el gobierno, en la figura de su ministro, se entregó sin recato a los más bajos instintos de quien, como cliente de burdel, vuelve cada tanto y cuando tiene ganas de «pasar un buen rato».
Cosas de un país que choca siempre con la misma piedra…y parece que le gusta.