Pino Solanas: vivió y se fue como testigo fiel de su tiempo

Por Adrián FreijoComo si estuviese guionado el cineasta deja este mundo por causa de un mal que ocupa el centro de la escena. Su destino de testigo y narrador queda marcado hasta en su muerte.

La noticia fue confirmada por un tuit de Cancillería. «Enorme dolor por Pino Solanas. Murió en cumplimiento de sus funciones como embajador de Argentina ante la Unesco. Será recordado por su arte, por su compromiso político y por su ética puesta siempre al servicio de un país mejor», anunciaron.

El cineasta, ex diputado nacional, ex senador y principal referente de la agrupación Proyecto Sur que integra el Frente de Todos, se contagió en octubre. Casi como un mandato de ese destino que forzó desde siempre de la mano de un talento innato y una inagotable capacidad de dibujar realidades que salía a buscar, a veces con la cámara y tantas otras con su propio cuero y su palabra, tratando de ser testigo de la historia y a la vez protagonista.

Solanas y Perón en aquellos días de Puerta de Hierro

Si el país quería saber de ese mito oculto que era Juan Domingo Perón a fines de los 60…allá iba Pino a Madrid para plasmar en dos filmes inolvidables el pensamiento y la mirada del viejo líder. Para que medio siglo después aquellas charlas distendidas de Puerta de Hierro sigan siendo el testimonio más profundo del verdadero pensamiento de un hombre estratégicamente pendular pero bien afirmado sobre su visión de las cosas, la historia y los protagonistas. La cámara de Solanas supo rescatar el alma y el pensamiento del más importante líder político argentino del siglo pasado.

Antes, La Hora de los Hornos, se había levantado ante los ojos de los argentinos como el más crudo y bello testimonio de un tiempo de represión y silencio que solo un genio de la imagen pudo plasmar en la que fue la película más vista en clandestinidad de la historia del cine.

Pero también estaba el otro Pino, el del cine integrado al circuito comercial e internacional que dejó legados de una belleza inolvidable como «El exilio de Gardel» (1985), «Sur» (1988) o «Memoria del Saqueo» (2004) y que fueron aclamadas y galardonadas en los festivales más importantes del mundo, por la crítica y por el público.

En Mar del Plata, acompañado por el Dr. César Lerena y el autor de esta nota

Políticamente fue un emergente de la fragilidad del país y sus representantes. Cultor de un peronismo irremediablemente setentista -que por siempre le dio pátina a su pensamiento- bailó con el movimiento popular por antonomasia una danza de acercamientos y alejamientos que comenzaron cuando enfrentó sin remilgo alguno las políticas privatizadoras de los 90. Aunque aquella alianza con «Chacho» Álvarez y el Grupo de los Ocho duraría muy poco y lo depositaría en una construcción personal que logró hacer crecer como expresión de esa izquierda intelectual y de clase media que, guste o no, representa a un sector del pensamiento nacional.

Consciente de la necesidad de encontrar espacios desde los que pudiese seguir adelante con su lucha -la energía, la pesca -que lo tuvo como autor de una ley que fue redactada con la asistencia fundamental del marplatense César Lerena y que todo habitante de estas costas debería conocer y defender-  la minería sustentable y los alimentos ocupaban el centro de sus preocupaciones intelectuales y políticas- paseó por amores momentáneos y que muchas veces tuvieron finales explosivos que rozaron el escándalo. La frustrada alianza con Elisa Carrió, terminada en un desplante público desde un escenario, es un ejemplo de esos enamoramientos casi veraniegos.

Defensor impenitente de aquello que concebía correcto, tuvo la particularidad de no buscar jamás el amparo de la prudencia o la indiferencia: embistió contra la corrupción sin callar nada, defendió al aborto desde el derecho de la mujer a buscar el goce para su cuerpo, enfrentó a los poderes económicos más encumbrados y no tuvo empacho en pegar algunos de los más sonoros portazos de la vida política reciente.

Por eso, tal vez en el disenso, recogió el respeto de todos los que le reconocimos el valor de abandonar la zona de confort del cineasta consagrado mundialmente para enterrarse en el barro de la política argentina y decir y hacer lo que creía correcto. Un «rara avis» de estos tiempos de crudo materialismo.

Tras años de enfrentamiento con Cristina Kirchner y su proyecto, Pino terminó aceptando la necesidad de un peronismo unido tras el objetivo del retorno al poder y, casi en puntillas, volvió a la construcción mayor del Frente de Todos, acalló sus críticas, sufrió el escarnio de quienes no entendían aquel cambio de posición y llevó sus sueños a París donde, ejerciendo como embajador argentino ante la UNESCO, lo sorprendió la muerte en manos del coronvirus.

En sus últimos días Pino utilizó las redes para dejar testimonio de su raso por el COVID-19

¿Podía este testigo de su tiempo, juglar de los temas acallados, cultor de la ética del creador siempre emparentada a la estética del artista, impenitente contador de las historias llamadas a ser silenciadas morir de otra forma que no fuese como protagonista del mal que hoy tiene en vilo al mundo?. Inimaginable…

Si casi parece inevitable que en su lecho de muerte Pino haya entrevistado al virus y esté terminando de compaginar un testimonio que, además, será contado con la belleza de aquellas imágenes que vivían solo en su cabeza y su mirada.

Fue un privilegio poder conversar con él, escucharlo, tratar de interpretar a aquel hombre soñador e insistente que siempre dejaba la duda acerca de estar moviéndose en el mundo de la realidad o en el de sus propios sueños y fantasías. Pero que todo lo hacía verosímil de la mano de su apasionada forma de exponer sus convicciones.

¿Un político con sentido artístico o un artista con compromiso político?. Tal vez no importe y seguramente su obra hablará por siempre de él y de su talento.

Para los argentinos será…simplemente Pino.