Mar del Plata tiene 147.484 pobres y 14.239 indigentes; ¿puede edificarse algún futuro con estos datos?. No solo falta trabajo, vivienda y salud, también acecha la exclusión social.
Todo el tiempo se habla de generar nuevos puestos de trabajo. Y si bien eso sería deseable, ya es tiempo de comenzar a preguntarnos que tipo de actividad pueden desarrollar cientos de miles de personas que durante más de una década se han mantenido fuera del mercado laboral o han crecido en la más absoluta pobreza, lejos de una educación adecuada, carentes de alimentación suficiente para el desarrollo psico-físico adecuado y sobre todo viviendo en un estado de exclusión que los aparta de la sociedad, cuando no los enfrenta con ella.
Los números oficiales -que posiblemente se incrementen si tenemos en cuenta a muchos miles que están al borde de los índices pero caen en ellos si tan solo pierden un ingreso de unos pocos pesos- ponen definitivamente en claro que no estamos en un problema de resolución cuantitativa sino frente a una cuestión cualitativa que condiciona el futuro de nuestra comunidad. Es imposible imaginar un futuro con semejante realidad social y humana.
Atención entonces, cada ser humano que vemos durmiendo en la calle, cada marginal que roba para subsistir, para pagarse las drogas o porque no conoce otra forma de vida es sin duda una cuestión que deberá resolverse para quitar la violencia de las calles. Pero cada persona, por honesta y bienintencionada que sea, que ha quedado al margen de cualquier capacitación, aislada de los adelantos de un mundo que corre a la velocidad del rayo, privada de la funcionalidad tecnológica, sin la educación mínima requerida para subirse a la vereda del desarrollo personal y social y sin una nutrición de base que le permita comprender y participar de la realidad, es una hipoteca futura que solo con políticas activas, búsqueda de salidas laborales posibles y sobre todo inteligencia común para comprender la hondura del problema podremos resolver.
Y ello definirá la Mar del Plata del futuro.
