Por Adrián Freijo – Lo ocurrido en un balneario marplatense pone una vez más en foco cual es el verdadero problema que hoy afrontamos. Una sociedad que viola la ley pretendiendo defenderla.
Lo ocurrido en el balneario Perla Norte deja varias enseñanzas que deberíamos tomar para tratar de no repetir hasta el cansancio los mismos errores que nos llevaron a estar como estamos en un país que día a día sorprende al mundo con su capacidad de caer más y más y disfrutarlo.
Hace muchos años que los marplatenses y los turistas se quejan de la falta de playas públicas y protestan contra una política de concesiones que sin embargo nace con la historia misma de Mar del Plata como ciudad balnearia. De una u otra forma el debate es válido y no está mal que el mismo se produzca, si es que somos capaces de llevarlo adelante con inteligencia, capacidad de planificación y ganas de resolver problemas y no simplemente ganar discusiones.
Y para lograrlo deberíamos, antes que nada, posar los ojos en un estado que no ha cumplido con la mínima tarea de mantenimiento de los espacios de arena y -salvo una exitosa experiencia en la temporada de 1997 cuando a instancias del gobierno provincial se realizó un refulado que devolvió al paisaje costero decenas de kilómetros cuadrados de playa- la disminución de la superficie utilizable es mayor cada año.
¿No sería entonces más positivo concentrarnos en recuperar espacio en vez de pelear por algo que cada año será más acotado?.
Dicho esto debemos convenir que en materia de concesionarios de balnearios no todos los casos son iguales.
¿Qué sería de la inhóspita zona de Punta Mogotes si no existiesen los balnearios que hoy la han convertido en uno de los lugares más apetecibles para quien ama ir a la playa y quiere además disfrutar de un lugar en el que su familia pueda estar tranquila?…
¿Estarían mejor las lejanas playas del sur si no existiesen en ellas balnearios de alta prestación que son los elegidos por un sector del turismo, y también de vecinos de la ciudad, con un alto poder adquisitivo y que tenemos que tratar de rescatar para que no emigren a Pinamar, Cariló o Punta del Este?.
¿Sabían los vecinos que fueron a protestar a Perla Norte que la obligatoriedad de respetar el espacio público la cumple con creces el concesionario manteniendo libre y equipando todo el sector que está a continuación de su balneario -en dirección norte- en el que además ha construido instalaciones especiales para permitir la llegada de personas con discapacidades motrices hasta el borde mismo del mar?. Si se miden los metros cuadrados que Jorge Riccillo tiene concesionados se podrá concluir que es mayor el espacio liberado al público que el que cubre con sombra alquilable. ¿En qué consiste entonces la protesta y la furia destructiva?.
Hace muy pocos años las playas de la zona norte era lugares abandonados a su suerte, mugrientos y en muchos casos con el mar carcomiendo las defensas costeras tras haber tapado totalmente los espacios de playa. El trabajo realizado en la década del 70 con la construcción de las escolleras con forma de «T» y que generaron bahías más amplias y mejor recirculación de la arena, las convirtieron en espacios que, de la mano de las concesiones privadas, fueron dotándose de servicios e infraestructura que convocan año a año a miles de turistas y lugareños con deseos de disfrutarlos.
Pero, cono en toda actividad del hombre, siempre se podrán encontrar excesos, abusos y -tratándose de una cuestión que el estado adjudica- actos de corrupción que permite distorsiones que no son controladas ni sancionadas. Y esto es lo que deberíamos estar discutiendo y controlando.
La ciudad con una oferta mixta -balnearios públicos y privados- responde a una tradición marplatense que sería peligroso tratar de reformar. Lo que sería deseable es que el poder de policía del municipio evitase esos excesos y en todos los casos exigiese el cumplimiento en todo lo que tiene que ver con el respeto de los espacios públicos.
Pero que además se informe correctamente como son las cosas, así la comunidad podría conocer que el concesionario de Perla Norte cumple con su obligación de dejar superficie libre para uso público pero que por una cuestión de espacio lo hace hacia el costado norte de su balneario y no hacia adelante. No es su culpa que el abandono de la protección de playas por parte del estado achique cada año el espacio disponible para la colocación de las carpas.
No nos detenemos en analizar la violencia del supuesto reclamo. Preferimos pensar que la buena intención de algunos vecinos fue utilizada por sectores políticos para continuar con su estrategia de convertir nuestra sociedad en invivible. Pero tenemos que expresar nuestra sospecha de que este tipo de estallidos van a continuar y se van a multiplicar durante todo el verano. Y que sería bueno que quienes proponen cambios en la política de concesión de espacios playeros eligiesen otra forma de discusión y planteasen sus exigencias en otros ámbitos y con otros tonos.
Empresarios que invierten millones de pesos y brindan miles de puestos de trabajo cada año y ciudadanos que quieren espacios gratuitos para disfrutar de sus playas merecen otro tono, otra imagen y otra profundidad para un debate que es bueno dar y en el que no puede ser tan difícil llegar a un acuerdo.
Porque a Mar del Plata la pondrán de pie los que entienden que la ley es la expresión escrita del la convivencia y que dentro de ella todo puede ser resuelto civilizada e inteligentemente.
Llegando a las playas de la razón…