QUE SEAN LAS ÚLTIMAS

Las PASO se han desvirtuado. Como ha ocurrido con cada intento de mejorar la calidad institucional de la Argentina, las primarias abiertas quedaron en manos de la venalidad de los políticos.

Eran para que los ciudadanos seleccionaramos a aquellos candidatos que representarían a cada fuerza política. Pero nacieron con un pecado original: esos mismos partidos terminaban eligiendo a aquellos por los que podríamos optar en el comicio.

Y en poco tiempo ocurrió lo que este domingo, para bochorno de los argentinos, ocurrirá en cada cuarto oscuro: salvo alguna excepción, los empadronados deberemos concurrir obligatoriamente a «legitimar» listas que los partidos y alianzas resolvieron previamente a dedo.

Nunca antes el rol del ciudadano fue tan disminuído, burlado y menospreciado como esta vez. Nos han convertido en una masa informe a la que se la arrastra «bajo el imperio de la ley» para que los acuerdos de cúpula o los dedos autoritarios se «limpien» ante los ojos de la gente.

No va más….

El voto debe dejar de ser obligatorio. Después veremos como se castiga muy fuertemente a la compra y venta de voluntades a la hora de ir a sufragar.

Las prohibiciones por inhabilidad moral deben estar detalladas en una ley y no sujetas a interpretaciones acomodaticias de los jueces. Y deben ser muy claras y muy duras…

Ningún imputado por un delito, ningún procesado y mucho menos ningún condenado pueden arrogarse el derecho de querer ejercer la representación de la gente. Ninguno…

El ciudadano debe tener el derecho a tachar a aquellos que no considere dignos de ser elegidos, consagrando la tacha como parte del sistema electoral. Ningún argumento puede hoy, en pleno auge de la informática, justificar su no inclusión como mecanismo de voto.

Los funcionarios de cualquier nivel deben renunciar a sus cargos, salarios y honores si quieren postularse antes de terminar con el mandato del que fueron investidos. Sin excepción y sin pretexto.

Deben unificarse las elecciones ejecutivas y las legislativas, separándolas tan solo por algunas semanas de las municipales. De esta forma dejaremos de votar cada dos años, lo que ya ha demostrado ser un pretexto para tener a la sociedad en campaña permanente y una vía hacia un gasto público innecesario, y de esa manera garantizar que los parlamentos respondan a la voluntad actual de la gente y no a lo que pensaba hace dos o cuatro años. 

Es imposible que un gobierno pueda cumplir con lo prometido a la sociedad si las Cámaras no acompañan las acciones propuestas. Porque no es lo mismo que «la escribanía» funcione para avalar las medidas de un gobierno que ha sido castigado en las urnas (2013-2015) a que una mayoría actual de fuerza de ley a lo que el electorado eligió recientemente.

Y muchas otras desviaciones, propias de un sistema electoral propio del Siglo XIX y que ha sido tan solo maquillado en sucesivas reformas.

Y tal vez lo más importante sea que la Argentina debe ser reorganizada, para evitar que un conglomerado deforme y prebendario se quede con el 40% del voto nacional en perjuicio del interés del 80% de quienes generan la riqueza del país.

Por estas y tantas cosas…que sean las últimas.