Por Adrián Freijo – Otra derrota de la titular de la ANSES, ahora en los comicios universitarios a los que no escatimó dinero ni estructura, desnuda el error de creer que con plata todo se consigue.
Fernanda Raverta debería ser incorporada a «Acumuladores Compulsivos», el televisivo programa nacional e internacional que da un tratamiento humano y directo a la problemática de acumular de manera compulsiva objetos.
¿Y que podría aportar la titular de la ANSES al argumento?: la acumulación de derrotas conseguidas cometiendo en cada caso los mismos errores y equivocando cada diagnóstico.
Legataria de un viejo mandato de fracasos -los Montoneros, aquella organización juvenil torpe y violenta que creyó en los 70 quedarse con el peronismo y con Perón y terminó repudiada por la sociedad, esquilmada por Fidel Castro que se les quedó con los millones de dólares conseguidos como rescate del secuestro de los hermanos Born y aniquilada por la violencia irracional del terrorismo de estado- la generación de Raverta se divide entre los que hoy creen que el fin es el dinero, y llegan al poder para conseguirlo, y los que como ella creen que el fin es el poder y no hesitan en utilizar la plata extraída de la estructura del estado para ir tras los objetivos políticos buscados.
Claro que también están los nostálgicos de aquellas teorías presumiblemente revolucionarias, los que parecen no haberse enterado siquiera de la caída del Muro de Berlín; pero estos son más fáciles de identificar y menos peligrosos: arrastran sus recuerdos destilando furias revolucionarias entre ginebras y peroratas, unen sus escuálidas pelambres en coletas pretendidamente juveniles y hablan de hazañas inexistentes en las que, como adalides del proletariado, lograron «combatir al capital». Eso si…ante la cruel alternativa de doblar el lomo prefieren sostenerse en algún conchabo estatal, una indemnización por sus años de lucha y sufrimiento o lo que haga posible la holganza combativa de una vida aferrada a un relato que ya nadie escucha más que como parte de la ficción argentina.
Fernanda Raverta compró el verso de las minorías iluminadas que hablan en nombre del pueblo pero no se detienen un momento a escucharlo. Como toda integrante de la agencia recaudatoria bautizada La Cámpora -un nombre que prueba la desconexión con la realidad histórica argentina de aquellos jóvenes y estos herederos- cree que los dineros públicos son para hacer política partidaria y que es necesario alejar a todo aquel que se atreva siquiera a plantear una disidencia.
Y así como su admirado Che Guevara enviaba a los críticos a la ruinosa cárcel de La Cabaña donde eran torturados y luego fusilados, y acallaba todo debate interno para luego estrellar la revolución con los trágicos fracasos en Angola y Bolivia, la joven marplatense acumula tantas censuras como tropiezos y, tras sacarse de encima a todos aquellos que podían representar un peligro para su amañado liderazgo y exorbitantes aspiraciones, solo puede mostrar un rosario de derrotas que ahora suma la cuenta, costosa por cierto, de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Puso allí toda la carne en el asador y secundada una vez más por su pareja Pablo Obeid, al que sus propios compañeros llaman «el sargento García» por la torpeza de sus movimientos, cometió el error imperdonable de creer que a los jóvenes se los compra con promesas, prebendas y dinero.
¿Error o acto fallido?.…ellos lo sabrán.
Y si la paliza recibida es grande, el hecho de haber perdido los centros de estudiantes, donde consiguió solo 12 asambleístas frente a 24 del sector que sostenía al actual rector, representa un llamado de atención mucho mayor.
Ese guarismo sería a la postre definitorio para marcar una derrota que duele y condiciona el futuro de quien se va quedando sin argumentos para esgrimir una nueva candidatura a la intendencia de la ciudad. Y que se potencia al saber que la dirigente del Frente de Todos perdió por amplia diferencia en su propia facultad.
Otra aventura de Fernanda Raverta que termina en derrota y una estrategia que solo ha servido para poner al peronismo a su servicio y…chocarlo de frente ante cualquier paredón que se le cruce.
Y otro personaje más de los que pasan por la vida institucional argentina creyendo ser Napoleón y terminan dejando atrás una estela de sinrazones, fracasos y altísimos costos para la economía de los argentinos.
Porque, eso sí, la que apuestan siempre es de caja ajena…