El brutal asesinato de Claudia Repetto nos pone otra vez de cara a dos dramas que vive la sociedad: la ineficaz respuesta del estado y la violencia de género que nos traspasa.
A Ricardo Rodriguez lo encontró la familia de su víctima. Y lo hizo en la zona que ellos mismos venían marcando a las autoridades policiales y judiciales casi desde el mismo momento en el que Claudia Repetto desapareció de la puerta de su domicilio.
Más allá del dolor de los suyos y la indignación de la sociedad, el final de esta mujer vuelve a hacer que todos nos preguntemos acerca de la capacidad profesional de nuestras fuerzas de seguridad y el verdadero compromiso de la justicia con la siempre delicada tarea de investigar. Y las conclusiones no pueden ser buenas…
¿Por qué no se atendió al pedido de los hijos, el hermano y los allegados de Claudia para concentrar la búsqueda en la zona en la que por fin apareció el asesino?, ¿es aceptable que la detención del responsable haya sido realizada por el entorno familiar mientras que quienes se suponen preparados a tal efecto no lograban centrar su trabajo en la misma lógica que utilizaron los investigadores vocacionales para llegar a una conclusión que a la postre fue la acertada?.
El hallazgo de la pala que utilizaba Rodriguez en la zona en la que luego confesaría haber enterrado el cuerpo de la mujer ¿no fue suficiente para llevar adelante un rastrillaje más intenso y efectivo?. Ahora se sabe que estaba enterrada a solo 30 metros de donde apareció la herramienta. ¡¡¡ Treinta metros!!!…y no la encontraron. ¿La buscaron?.
Las muchas imágenes que lo captaban caminando por la zona en la que se escondía no tuvieron otra respuesta que tibios operativos que no podían conducir a nada.
Llegarán ahora las explicaciones de ocasión y cada uno de los protagonistas tratará de justificar su accionar, sin tener en cuenta que es muy difícil entender que este drama se haya extendido tanto en el tiempo cuando existían motivos para haber obrado distinto. ¿Qué se podrá decir ante el peso de los hechos?, ¿qué pretexto será válido para esconder lo obvio?.
Hace mucho que todos nos sentimos indefensos ante el crimen. Cuando se logra encontrar a un culpable es casi seguro que lo volveremos a ver pronto en la calle sin que nadie pague en este país por la gravedad de su crimen.
La policía no sabe y no puede, la justicia tampoco sabe…y no quiere.
Todos esgrimen un orgullo inentendible ante lo que ya no resiste el menor análisis: el estado no da respuestas a la gente y termina siendo inevitable cómplice de la impunidad y la violencia.
Párrafo aparte para un nuevo caso de violencia de género que nos obliga a preguntarnos también acerca de lo extendida que está esta desviación en el seno de la sociedad. ¿No deberíamos comenzar a buscar los instrumentos suficientes para adelantarnos a los acontecimientos y no correr siempre detrás de ellos?, ¿no está haciendo falta un compromiso mayor de cada uno de nosotros para denunciar apenas se detecta un comportamiento violento u obsesivo, sin esperar que sea la víctima la que corra con una responsabilidad que muchas veces queda paralizada por el miedo?.
Nadie le devolverá la vida a Claudia Repetto ni la paz a sus familiares. Pero lo ocurrido es demasiado burdo como para que no entendamos, todos, que este estado, así como está hoy estructurado, no nos sirve para nada.
La solidez moral de quienes detuvieron al asesino -mientras los encargados de hacerlo miraban para otro lado- evitó un caso de justicia por mano propia que seguramente una sociedad pacata habría criticado y que además se habría agotado en largos debates en los medios en los que opinarían los que saben, los que creen que saben, los engolados juristas y funcionarios y sobre todo los caranchos mediáticos que aprovechan estas tragedias para robar algunos segundos de fama.
Pero…¿cuánto falta para que los ciudadanos terminemos de convencernos que ante la falta de respuesta del sistema somos nosotros, y solo nosotros, los que debemos velar por la seguridad y la justicia de los nuestros?.
La imagen de un civil deteniendo a un delincuente es una postal demasiado fuerte como para dejar de mirarla con sorpresa, preocupación…e impotencia.