Restricciones: ¿Viveza criolla, zoncera o hijaputez?

RedacciónQuienes aprovecharon las horas previas al nuevo confinamiento para salir a las rutas deberán quedarse lejos de sus hogares hasta el 31. Un debate moral que tiene sus aristas.

 

Faltaban pocas horas para que entraran en vigencia las nuevas restricciones y miles de argentinos treparon a sus autos y salieron a las rutas con destino vacacional. Quisieron aprovechar esa ventana de tiempo para eludir las limitaciones que se venían y así aprovechar el fin de semana largo que, a último momento, había reimplantado el gobierno.

Ahora, con todos ellos cómodamente instalados en sus lugares de descanso, el gobierno confirmó que las personas que viajaron por turismo durante el fin de semana no podrán volver hasta el fin del confinamiento a sus hogares.

Y esta decisión dispara una serie de preguntas que queremos hacernos y de cuyas respuestas puede depender que, por fin, hagamos un diagnóstico adecuado de lo que nos pasa a los argentinos. Porque a fuer de ser sinceros no nos queda muy claro, al menos a nosotros, si está bien o está mal que se tome una medida de este tenor.

¿Los que viajaron aprovechando esas últimas horas son ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos o unos avivados?. Y aquí vuelve a aparecer el viejo divorcio que existe en la sociedad argentina entre lo legítimo, que es aquello moralmente sustentable, y lo legal que se limita a cumplir, o no violar, la letra escrita de la norma.

Salir a vacacionar horas antes de la vigencia de un decreto restrictivo es legal -no había a esa hora prohibición alguna- pero es dudosamente legítimo: cada uno de los que echaron mano a ese recurso sabían que por razones sanitarias quedarían suspendidos este tipo de viajes hasta el día 31 y buscaron la forma de eludir esa limitación.

Y este debate moral es aplicable también a la actitud del gobierno de Alberto Fernández. Si sabía que este éxodo apresurado iba a producirse -y por supuesto lo sabía- ¿porqué el presidente no aclaró en su discurso plagado de admoniciones y amenazas que quienes así obrasen iban a tener que quedarse en el lugar que eligiesen para descansar hasta el fin del confinamiento?.

A la avivada de unos se le opuso entonces la hijaputez de quienes ejercen el gobierno.

Dos formas de proceder que están demasiado extendidas en la costumbre nacional como para omitirlas o restarle la importancia que realmente tienen: una sociedad que vive buscando el resquicio para sacar ventaja y un estado capaz de ejercer sobre aquella una constante maldad que le sirve para evitar el más largo y consistente camino de la persuasión, la educación y el ejemplo.

Aunque en ambas actitudes reine la peor de las zonceras; esa que nos ubica en el universo decadente del que no podemos salir desde hace décadas y que ya amenaza en convertirse en escenario permanente.

Claro que entre hijueputas, zonzos y avivados, créanos amigo lector que todo se hace más difícil…