SALVE ARGENTINA, BANDERA DE LA PATRIA

Mucho más que un símbolo, la bandera argentina es tal vez el último hito de unidad de los argentinos. Su historia, la impronta de su creador y la identificación con los valores que representa encierran un mensaje que debemos entender.

El 27 de febrero de 1812 el General Manuel Belgrano, en las barrancas de Rosario, a orillas del río Paraná, enarboló por primera vez la bandera argentina.

Sus colores celeste y blanco, provienen de la escarapela nacional. La historia cuenta que la bandera originaria se ha perdido y algunas versiones hablan de que tenía dos franjas; otras, dicen que eran tres pero no está claro cuál era su disposición.

Belgrano izó por primera vez la bandera junto a las baterías Libertad e Independencia y fue jurada por los soldados.

Comunicado este hecho al Triunvirato, Belgrano partió a hacerse cargo del ejército del Norte, sin tomar conocimiento de que el organismo público le negaba la posibilidad de usar la nueva bandera, por la difícil situación reinante.

Recién luego del 9 de julio de 1816, una vez declarada la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, más precisamente el 20 de julio, su uso oficial fue aprobado por el Congreso.

El 25 de febrero de 1818, se agregó el sol, en homenaje al Dios Inca Inti (Dios del Sol). Sus 32 rayos dorados, están contenidos en negros bordes, alternándose un rayo recto y otro ondulado. La bandera con el sol fue usada para instituciones y eventos oficiales y de las Fuerzas Armadas hasta 1985, en que se dispuso su colocación en todas las banderas argentinas.

En tiempos del virreinato se produjeron dos invasiones inglesas a Buenos Aires. Durante 46 días, desde el mes de junio hasta el mes de agosto de 1806, la ciudad de Buenos Aires estuvo gobernada por ingleses.

Así era la bandera enarbolada por Manuel Belgrano a orillas del Paraná el 27 de febrero de 1812

Hasta ese momento, el único distintivo que llevaban los soldados patriotas para diferenciarse del ejército realista era una escarapela con los colores celeste y blanco. Manuel Belgrano -que estaba en Rosario con la misión de preparar a la tropa para defender los pasos del río Paraná de cualquier ataque realista- pensó que una buena manera de entusiasmar a los soldados era contar con una bandera propia que tuviera los colores de la escarapela. Así surgió la idea de mandar a coser una.

Hay muchas versiones acerca del origen de los colores de la bandera y la escarapela. Celeste y blanca era la cinta que usaba el rey de España cruzándole el pecho, los mismos colores tenían el escudo de la ciudad de Buenos Aires y las cintas repartidas el 25 de mayo. Después de la Revolución de Mayo, toda persona que quería demostrar que estaba a favor de la revolución se colocaba cintas celestes y blancas en algún lugar visible: las damas en el cabello, en los bordes de los rebozos, o en los abanicos; los hombres se las colocaban en los sombreros o en las solapas de los sacos.

Cuando la nueva bandera flameó frente al Paraná, Belgrano dijo a los soldados: «Esta será la divisa con que marcharán al combate los defensores de la patria».

Bandera aprobada por el Congreso de Tucumán en 1816.

Una de las tareas que tuvo el Congreso de Tucumán después de declarar la independencia fue acordar cuál sería la insignia que reemplazaría a la bandera española. Así decía el decreto expedido por el Congreso el 25 de julio de 1816: «Las Provincias Unidas, después de la declaración solemne de su independencia, tomarán como peculiar distintivo la bandera celeste y blanca».

En 1818 el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón resuelve cambiar aquellos colores dispuestos en Tucumán y así lo decreta. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.

Por disposición del Director Supremo se cambió el celeste por un azul intenso

Al igual que la que usamos actualmente, llevaba como distintivo militar un sol en el centro. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.

Finalmente se volvió a colocar en el fuerte de Buenos Aires en 1852, una vez que el gobierno de Rosas cayó como consecuencia de la batalla de Caseros, la bandera celeste y blanca tal cual la conocemos hoy y que fuera la aprobada en 1816 en el Congreso de Tucumán. Durante la secesión de Buenos Aires (1852-1861), los dos gobiernos -el de la Confederación y el de Buenos Aires- utilizaron la misma bandera.

Desde entonces el país se ha visto sometido a mil tensiones y la decadencia terminó por enseñorearse en su tierra y en su gente. Solo la bandera, lejos de facciones y fanatismos, parece hoy unirnos a todos bajo un mismo color que adquiere por tanto una dimensión mayor a la del símbolo: es a la vez esperanza, pasado y punto de encuentro.

Algo que deberemos entender y poner en práctica para superar, por fin, aquella tristeza de Manuel Belgrano que en su hora final deslizó un rezo laico que hoy debe ser recordado en boca de cada argentino con sentido de trascendencia: ¡¡¡Ay, Patria mía!!!.