SARMIENTO: EL HOMBRE, EL PRÓCER, EL MAESTRO

Ignorado por los cultores de la incultura como método de concentrar poder y temido por los corruptos que utilizan al estado para enriquecerse, Sarmiento sigue sacudiendo a la Argentina y planteándole el debate sobre las ideas, que no se matan.

 

Estadista, literato, periodista, educador y soldado, Domingo Faustino Sarmiento nació en la ciudad de San Juan el 15 de febrero de 1811. Fueron sus padres don José Clemente Sarmiento y doña Paula Albarracín.

Cursa sus únicos estudios regulares en la Escuela de la Patria que dirigía Don Ignacio F. Rodríguez. Dedicado en un principio a las labores comerciales, abandonó esas tareas para alistarse en las tropas  participando en varias de las acciones contra el Tigre de los Llanos y sus seguidores.

Desde junio de 1828 hasta 1831, año en el que el triunfo de Facundo Quiroga lo impulsa al exilio en Chile, donde contraerá matrimonio y adoptará como suyo a su amado «Dominguito» trágicamente muerto durante la guerra con el Paraguay, Sarmiento se dedica a la carrera militar combatiendo para los ejércitos unitarios,

En ningún momento estas actividades lo desviaron del estudio de idiomas, de la historia y otras asignaturas. Al enfermar de cuidado volvió para reponerse a San Juan en 1836.

Con don Ignacio Cortínez y don Antonino Aberastain, el gran amigo de su vida y a quien recordó en los instantes anteriores a su muerte, fundó el periódico “El Zonda”, en cuyas columnas se ocupó de política y de educación pública. Hostilizado por Benavidez, siguió su prédica hasta que éste ordenó la suspensión del periódico y el destierro inmediato de su redactor.

Sarmiento pasó una vez más los Andes y en Chile se dedicó a impulsar la educación y el periodismo. Por su iniciativa el gobierno fundó la primera escuela normal de preceptores de la América del Sur(1842); él la dirige, y al año siguiente fue nombrado miembro del cuerpo académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

Publicó textos escolares, cartillas y silabarios, escribiendo asimismo polémicos y comprometidos artículos en diarios donde fue redactor fundador como “El Progreso”(1842-1845) y el “Heraldo Argentino” y en “El Mercurio”.

Ensayó el género autobiográfico en Mi Defensa (1843), compuso un trabajo sobre fray Félix Aldao y su obra cumbre y (para muchos la más significativa de la literatura hispanoamericana del siglo) Facundo, o Civilización y Barbarie.

Después viajó a través de Europa, Africa y los Estados Unidos en el lapso 1845-1848; enriqueciendo su formación de autodidacta. De vuelta en Chile entrega a la estampa dos obras perdurables, en 1849: Viajes y Educación Popular, su libro preferido.

Preconizó al año siguiente la unión de los argentinos sobre bases federalistas en Argirópolis y narró su vida en la mejor escrita y la más tierna de sus producciones: Recuerdos de Provincia.

Cuando Justo José de Urquiza se pronunció contra Juan Manuel deRosas, fue a ofrecerle sus servicios, junto con el teniente coronel Bartolomé Mitre y los coroneles Aquino y Paunero. Se incorporó al ejército aliado y Urquiza, quién le reconoció el grado de teniente coronel, lo nombró redactor del Boletín de la Campaña.

Cumplió con la labor encomendada siguiendo como oficial en sus filas que nuclearon tropas argentinas, uruguayas y brasileñas hasta la victoria de Caseros el 3 de febrero de 1852. Luego, al no entenderse con el vencedor de Rosas, pidió su retiro del servicio activo.

Su destierro voluntario en Chile duró hasta 1853, año en que regresó al entonces Estado de Buenos Aires, cuyo gobierno el 8 de octubre le otorgó el grado de Tte.Cnel. efectivo y le dio el alta en el ejército provincial.

Redactó “El Nacional”, fue concejal fundador de la municipalidad porteña (1856), director de escuelas (1856-1862) y senador en la legislatura de Buenos Aires en 1857, 1860 y 1861.

En 1857, el gobernador Pastor Obligado lo designó jefe de estado mayor del Ejército Bonaerense de Reserva, con el grado de teniente coronel.

Fue convencional en la constituyente de 1860, convocado para tratar la reforma de la Constitución Nacional de 1853 y ministro de Gobierno en la administración del Gral. Bartolomé Mitre, del estado de Buenos Aires.

Tras la victoria del ejército de Buenos Aires, después de Pavón, 17 de septiembre de 1861, fue a las provincias cuyanas con la expedición del general Paunero como auditor de guerra.

Por decreto del Poder Ejecutivo Nacional del 28 de marzo de 1863, el Cnel. Domingo Faustino Sarmiento fue nombrado director de la guerra y comandante general de las fuerzas de línea y milicias de San Juan, Mendoza y San Luis; el despacho que lo acreditó en el grado le fue remitido a  Sarmiento por resolución dictada tres días después de ser nombrado director de la guerra contra Angel»Chacho»Peñaloza.

A poco de arribar a San Juan fue elegido gobernador, funciones que desempeño hasta 1864, en que fue designado ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la República Argentina ante los gobiernos de Chile, Perú y Estados Unidos.

Hallándose en el país del norte publicó la Vida del Chacho, en 1867, y al año siguiente fue elegido presidente de la República, llegando a Buenos Aires el 29 de agosto de 1868.

Durante su presidencia (1868-1874) fomentó la instrucción primaria, superior y graduada y fundó con fondos nacionales escuelas primarias, en varias provincias. De Europa importó gabinetes de ciencias y colecciones de historia natural.

Creó escuelas normales anexas a los colegios nacionales de Corrientes y de Concepción del Uruguay. Fundó el Colegio Militar, la Escuela Naval, y escuelas de arboricultura y agronomía en San Juan, en Mendoza, y más tarde en Tucumán y Salta.

Estableció la enseñanza para ciegos y sordomudos, e hizo practicar el censo escolar. Fundó el Museo de Historia Natural, trajo a sabios como Burmeister y fundó la Academia de Ciencias de Córdoba. Fomentó la obra edilicia de Buenos Aires y creó el Jardín Zoológico y el Jardín Botánico.

Ocupó luego una banca en el Senado (1875-1879), donde reactualizó el credo de toda su vida y pronunció discursos memorables.

Volvió a dirigir la instrucción primaria en la provincia de Buenos Aires para entonces y en el orden nacional en 1881.

En momentos muy difíciles desempeñó efímeramente, en 1879, la cartera del Interior. Publicó en 1883 su libro: “Conflicto y armonías de las razas en América”; fue en misión cultural a Chile, al año siguiente, y publicó en 1885, su último y combativo periódico “El Censor”.

Dio a conocer a un sabio y a un héroe eminente en: “Vida y eventos del coronel médico Francisco J. Muñiz” y, en 1886, volcó toda su cariño y emoción de padre en “Vida de Dominguito”. Tuvo amor al árbol y a la naturaleza toda y, viejo ya, escribió un tratado de selvicultura.

Viajó al Paraguay en 1887 para reposar su quebrantada salud, y volvió con el mismo objeto al año siguiente. Publicó una serie de artículos tendientes a promover el adelanto industrial del país vecino y conservó a pesar de sus achaques físicos, el ritmo febril de actividad de sus mejores días.

Su muerte, acaecida el 11 de septiembre de 1888, conmovió profundamente a la opinión pública del continente. Su cadáver, de acuerdo a un deseo suyo, fue envuelto en la bandera de los cuatro pueblos a los cuales sirviera: la Argentina, Chile, el Paraguay y Uruguay.

Sus restos fueron inhumados en Buenos Aires el 21 de septiembre; al despedirlos, Carlos Pellegrini sintetizó el sentir general proclamándolo “el cerebro más poderoso que haya producido América”.

Este hombre que tanto hizo, nada guardó para sí; perteneció a la generación de los austeros. Sarmiento; nació, vivió y murió pobre.