Los efectos de los problemas en la economía se evidencian con mayor frecuencia. La pelea con los holdouts suma capítulos semanales pero el país sigue en la misma situación del 31 de julio. Ahora, la discusión abierta en el Congreso a partir del proyecto presidencial de reabrir el canje y proponer a la Argentina como domicilio de pago, suma un nuevo condimento político pero lejos está de garantizar una solución.
Las dificultades en la economía y los traspiés en las negociaciones para corregir la relación con el mercado financiero internacional, no hacen más que complicar políticamente a los candidatos del oficialismo y potenciar las expectativas de quienes revistan en la oposición.
Aun cuando las encuestas sigan otorgándole al Frente para la Victoria el primer lugar en las preferencias de los votantes para las PASO, y la imagen de la presidenta Cristina Fernández no haya caído a niveles de alarma, para el oficialismo comienza a ser imperiosa la resolución del rumbo económico. Fundamentalmente sostener el mercado interno, tratar de frenar la inflación (ahora acompañada por signos de recesión), y revertir la incipiente tendencia de la caída del empleo. Ni hablar para los candidatos surgidos del kirchnerismo de paladar negro, que atan su suerte futura a un final de mandato sin traumas.
Daniel Scioli no revista dentro de ese linaje K, que en su interior tampoco lo quiere como candidato, y eso podría significarle una ventaja en caso que el derrotero del gobierno entre en una línea descendente sin retorno. Sin embargo, a medida que se achica el tiempo, para el Gobernador bonaerense es cada vez más complicado emanciparse. Además, los espacios de la oposición ya están ocupados.
La situación económica y política pone al mandatario bonaerense dentro de un corset.
Por un lado, necesita como pocos que el gobierno salga airoso de la pelea con los holdouts, y que por lo menos en 2015 la Provincia tenga alguna posibilidad de salir a la plaza internacional. La intención era conseguir empréstitos en esta temporada, pero el default tabicó toda chance, y algunas intenciones de gestión quedaron archivadas.
La recesión también es una espada de Damocles para la administración bonaerense, cuyo desafío de llegar al fin del ejercicio sin problemas de caja ya supone esfuerzos descomunales, y recortes hasta lo ínfimo en gastos, superficiales y no tan superficiales.
Dejar de congraciarse con las decisiones de la Casa Rosada, a entender del propio Scioli, podría complicar aún más el panorama. Nación no da ayudas extraordinarias a Buenos Aires, pero tampoco aplica el cerrojo con algunos fondos que otras provincias no tan afines sí han sufrido.
El Gobernador fue uno de los primeros en la semana en bancar a la Presidenta en su decisión de enviar al Congreso la reapertura del canje y el cambio de domicilio de pago para los bonistas. Sabe, como saben todos los oficialistas, que el posible fracaso económico derrumbará todas las chances. También intenta ser el bendecido al final de la disputa interna, en busca de ese pragmatismo peronista que el peronismo espera de la primera mandataria.
Pero Scioli tampoco se puede dar el lujo de quedar tan pegado a la suerte del Gobierno; y necesita de gestos que le permitan mostrar esos matices de los cuales le gusta hablar pero no son fáciles de encontrar en la práctica. Florencio Randazzo también ha dado muestras en los últimos días. El Secretario de Seguridad, Sergio Berni, les dejó a ambos la pelota picando en el área chica.
Las expresiones de Berni sobre la delincuencia y el pedido de deportación de extranjeros que delinquen, desentonaron en los oídos del la pingüinera recostada sobre la izquierda, pero fueron música para los oficialistas de centro con aspiraciones gubernamentales. Sobre todo para Scioli, que ha hecho de la seguridad una bandera de su campaña. Nada tardó el gobernador en mostrarse en línea con el funcionario nacional. Le dio pie para una diferenciación con el gobierno apoyando a uno de los mimados de la Presidenta.
Si bien Scioli sabe aprovecharlas cuando aparecen, esas oportunidades escasean. Por lo tanto, debe seguir con su campaña presidencial atado a la suerte económica de un gobierno que no lo tiene entre sus preferidos, y conservando el cada vez más angosto pasillo de la “continuidad con cambios”
Dentro de los dos primeros círculos de confianza de Scioli en algunos crece el temor del fracaso si se sigue alineado con el FpV. El resto, y el propio mandatario, apuestan todo al peronismo como nave insignia del nuevo tiempo. Y por ahora el peronismo como institución está dentro del Frente para la Victoria.
Tener cerca al presidente del PJ provincial y cerrar alianzas con los gobernadores es la prioridad mientras se arma tropa propia en los distritos massistas, y se mira por el rabillo del ojo cada una de las medidas económicas del gobierno, con sus implicancias y peligros.
Esta semana, la visita a Maurice Closs fue correspondida por el gobernador de Misiones con la reafirmación de que “Scioli sigue siendo el que mejor interpreta el tiempo que viene”, como lo expresó en las declaraciones que hizo horas después que el bonaerense dejara la tierra colorada.
Con los candidatos a gobernador surgidos del peronismo, Scioli opera con una promesa. “Cuando lleguemos a la presidencia vamos a devolverle a la provincia de Buenos Aires el porcentaje que le corresponde por el Fondo del Conurbano”, anticipan en la Gobernación. Es, ni más ni menos, que el dinero con el cual se cerrarían sin demasiados ahogos los ejercicios del presupuesto provincial.
Sin embargo, en el propio sciolismo creen que esa iniciativa podría tomarla primero Cristina Fernández, para no dejarle la bandera de un triunfo político a quien la suceda (sea quien sea). En ese caso, Scioli gozaría de los beneficios en el último año de su mandato y en el que más dinero va a necesitar.
Las especulaciones están a la orden del día. Lo cierto es que el mandatario bonaerense con ansias de ser el próximo presidente, tiene cada vez menos margen para desprenderse del corset del FpV, y de sus cordones políticos y económicos, que bien pueden ayudarlo o ajustarlo hasta la asfixia. Nunca va a ser un nudo neutro