Se cerraron los Juegos Olímpicos con un fin de fiesta muy carioca

Río 2016 bajó el telón y Tokio 2020 comenzó a levantarlo. En una noche lluviosa, ventosa y fresca en el estadio Maracaná, la música y la cultura brasileña volvieron a deleitar.

Además, Tokio hizo su presentación, preanunciando unos Juegos 2020 caracterizados por la tecnología, la innovación y la virtualidad.

A las 20 horas en punto, la fiesta comenzó con un homenaje al legendario aviador brasileño Santos Dumont. Enseguida llegó una colorida puesta en escena que celebró la belleza y la diversidad de la fauna autóctona, con pájaros sobrevolando lugares emblemáticos de Río de Janeiro. 

Un segmento plenamente dedicado a la música brasileña antecedió al himno nacional del país anfitrión de los Juegos 2016, interpretado por un coro de niños.

Entonces ingresaron los abanderados de las 207 delegaciones participantes. La judoca Paula Pareto, la primera mujer argentina en ganar una medalla dorada, portó el pabellón celeste y blanco. El posterior desfile de los atletas fue animado por música frevo, tradicional del estado de Pernambuco, con conocidos DJs en escena. Esta vez cerró la delegación de Japón, el anfitrión de los próximos Juegos.

Al lanzamiento del Canal Olímpico –matizado por música electrónica-  siguieron distintos segmentos destinados al arte brasileño –desde el rupestre hasta el contemporáneo-, y también hubo un memorial en recordación de aquellos atletas que ya no están físicamente presentes y a las personas en general que fueron significativas en la vida de todos. Se leyó el poema “Saudade” (nostalgia) del poeta Arnaldo Antunes.

Tras un tributo a las aportaciones de la raza negra en la formación del Brasil actual, llegó el tiempo de la danza, interpretada por el “Grupo Corpo”, considerado uno de los mayores nombres de la coreografía mundial.

Algunos de los mejores momentos de Río 2016 fueron proyectados en las pantallas gigantes y posteriormente fueron premiados los medallistas de la maratón masculina disputada por la mañana en las calles de la ciudad, como tradicionalmente sucede en las ceremonias de clausura de los Juegos. El keniata Eliud Kipchoge fue el último atleta en recibir el oro en tierra carioca.

La ejecución del himno nacional griego dio lugar al arriamiento de la bandera olímpica, que pasó de las manos del alcalde de Río de Janeiro a la gobernadora de Tokio. Poco después, el “arigato” (gracias, en japonés) se dibujó sobre el campo de juego, al tiempo que la capital del país del Sol Naciente daba la bienvenida a los Juegos que están por venir.

El primer ministro Shinzo Abé hizo su aparición en el centro del campo, elevado a través de un escaparate con forma de pipa de construcción y antecedido por una imaginativa animación.

Llegó el tiempo de los discursos de protocolo, a cargo de Carlos Arthur Nuzman, presidente del Comité Organizador de Río 2016, y de Thomas Bach, titular del Comité Olímpico Internacional (COI).

“Todos los brasileños son héroes olímpicos. Estos Juegos probaron que los hijos de Brasil no rehuyen de la lucha”, señaló Nuzman, quien se refirió también al “orgullo y la autoestima de ser brasileños”. A su turno, Bach subrayó que Río 2016 fueron “los Juegos de la diversidad en la unidad” y a las 22:18 horas declaró cerrados los XXXI Juegos Olímpicos.

Una lluvia artificial apagó finalmente la antorcha, bajo la cálida voz de Mariane de Castro.

Y sobrevino el carnaval dentro del campo y en las gradas del Maracaná. Como no podía ser de otra manera, al son de “Cidade Maravilhosa”. ¡Bye bye Río!