Contra todos los pronósticos el dúo Juan Curuchet (43 años) y Walter Pérez (33 años), en el velódromo de Lao Shan en Beijing 2008, se colgaban la presea dorada. El recuerdo de Florencia Cordero.
Curuchet había encarado este último intento llevando adelante duros entrenamientos, que le llevaron a recorrer 30.000 kilómetros y a concentrarse en la provincia argentina de Formosa, debido a su clima parecido al de Pekín.
Pocos creían en las posibilidades del argentino, aunque no contaban con su inagotable amor propio, su clase de campeón y la fuerza interior que le daba buscar el sueño máximo de su extensa carrera deportiva.
Sin embargo, los argentinos batieron a la pareja española formada por Joan Llaneras (39 años), campeón olímpico de la carrera por puntos, y Antonio Tauler, al término de 200 vueltas a la pista (50 km, 10 sprints), mientras que el bronce fue para los rusos Mikhail Ignatyev y Alexei Markov.
Las tres parejas fueron las únicas en haber tomado (y conservado) una vuelta, en momentos diferentes de la carrera, a sus rivales. Nadie podía creer lo que estaba viendo: un atleta que superaba las cuatro décadas veía ondear la bandera de su país en lo más alto del podio.
Mar del Plata fue una locura. Uno de sus hijos dilectos, el que quedaba de una dupla histórica integrada con su hermano Gabriel, ya entonces retirado, se convertía en el primer campeón olímpico de la ciudad e inscribía su nombre entre los más grandes deportistas de la historia argentina.
Entre los que acompañaban el sueño de Curuchet, y confiaba ciegamente en las posibilidades de triunfo del marplatense, estaba la periodista marplatense Florencia Cordero que pocas horas antes invitaba a sus colegas de todo el mundo a acompañarla al velódromo olímpico porque «hoy puede pasar algo histórico».

Curuchet y Flor Cordero en aquellas jornadas históricas
Nueve años después, la hoy integrante de LIBRE EXPRESIÓN, lo recuerda de esta manera:
«Un día como hoy de 2008 tuve la máxima alegría en mi vida profesional como periodista. Presencié la consagración de Juan Curuchet como campeón olímpico en Beijing 2008. Yo sabía que iba a pasar algo importante ese día. Y así lo reflejó la crónica del colega colombiano de Terra, Enrique Delgado, que fue testigo de que muchos periodistas argentinos descreían de lo que podía ser la obtención de una medalla para Argentina y vio mi insistencia sobre lo que adelanté que iba a pasar. Por eso basó su artículo contando la historia de una periodista argentina que creía en el deportista de su ciudad».
Un recuerdo inolvidable, imperecedero, de esos que quedarán para siempre en el corazón de los argentinos, de los marplatenses en particular, y de aquellos pocos testigos presenciales de una hazaña de esas que ciertamente se agigantarán con el paso de los años, hasta convertir a Juan Curuchet en una verdadera leyenda del deporte.