SEIS MESES DESPUÉS NISMAN MARCÓ EL PRINCIPIO

Cualquiera podía imaginar que la muerte de Nisman era el límite. ¿Alguien se atrevería a más?, ¿no era suficiente para poner un límite al asalto a la justicia?. O al menos obligaría a disimular…

Pero nada de eso ocurrió; como cebado por el éxito del operativo desgaste al que fue sometida la causa y el propio fiscal, el gobierno redobló sus ataques a la justicia y ya sin pudor alguno se lanzó al abordaje.

Seguramente la certeza del fin de ciclo y el consiguiente apuro por amañar las causas de corrupción que involucran a la propia jefa de estado y su familia ayudaron a que esa andanada se vistiese de desparpajo. Pero es claro que ni un ápice de temor apareció en el oficialismo a la hora de violar los límites de manera tan grosera que lo pone en la puerta de una revisión futura de las causas que permita reabrirlas bajo el sabio concepto de la «cosa írrita».

La causa Nisman ya está perdida y nunca sabremos que pasó en aquellas horas aciagas de Puerto Madero.

Pero lo que en cualquier sociedad civilizada se hubiese convertido en un «hasta aquí», en la Argentina de la demolición institucional fue claramente un «a partir de ahora».

Una Argentina que al igual que Nisman, en las palabras de su dolorida hija en los actos de recordación de aquella otra impunidad que fue el atentado a la AMIA, tampoco puede defenderse y necesita de todos.