Ser inmigrante y el desafío del aprendizaje permanente

Belén y Diego compartieron en primera persona desde California la experiencia como familia argentina que creció con gran poder de adaptación a situaciones nuevas siendo inmigrantes latinos en Estados Unidos.

Hace 16 años surgió una posibilidad laboral para un joven matrimonio con hijos chicos que decidió animarse a emigrar a Estados Unidos. La decisión nunca es sencilla, pero la determinación de ambos para encarar el desafío los lanzó a la movilizante experiencia. Desde El Dorado Hills, una pequeña ciudad californiana cercana a San Francisco, Belén y Diego reflexionaron sobre los pormenores que deben afrontar los expatriados.

«Ya teníamos la idea de vivir un tiempo afuera. Teníamos la fantasía de saber lo que sería esa aventura. Cuando llegó la oportunidad yo no pensaba que nos íbamos a quedar más de dos años. Y pasó toda una vida», reconoció Belén a la hora de hablar del inicio de la historia. Enseguida Diego amplió: «Nos gustaba la idea de integrarnos a otra realidad sin imaginarnos remotamente lo que terminó siendo. Al principio tuvo un contenido de aventura pero siempre con la seguridad laboral. En eso hemos sido bendecidos porque la aventura fue desde lo emocional y psicológico. Eso hizo que todo fluyera mucho más rápido».

Los años fueron pasando, los hijos siguieron creciendo y llegó un momento bisagra en el que sintieron que podían pisar firme en Estados Unidos cuando empezaron a pensar en comprar una casa. «Después de cinco años ya no estábamos en esa luna de miel de estar en un lugar nuevo sino siendo más conscientes de la realidad y con un hijo de 12 años. Fue un momento en el que nos planteamos volver y empezar de nuevo o quedarnos acá. Y nos quedamos acá», recordó Belén.

Y en ese sentido profundizó: «Los chicos se acostumbraron a la vida acá pero ya empiezan a entender cómo nos afectaron las decisiones que tuvimos que tomar en todos estos años. Para nosotros dos que somos los inmigrantes nuestro corazoncito está allá todo el tiempo. Tenemos todo acá pero muchas cosas nos tiran». Por su parte, Diego calificó esa sensación como una especie de desdoble emocional: «Esa ecuación que era nuestra como adultos se empieza a desdoblar entre lo que nos pasa a nosotros y lo que empiezan a vivir la generaciones que nos siguen. Es una balanza que pareciera que nunca está igual. Cada día aparece un ingrediente diferente».

Indagando en los más profundo de sus sentimientos, Belén aseguró. «Se idealiza la vida del inmigrante. El que está allá tiene la idea de que vivimos en California y ya somos súper americanos. Y para los de acá seguimos siendo los argentinos. Siento que nadie nos entiende. El argentino asocia al que se va con el éxito y la gente acá siente una especie de compasión por el inmigrante. Con los años se pierde la cotidianeidad y el día a día porque no es sólo la distancia física sino la vibra en la que vivís. Hay muchas cosas por las cuales pasás como inmigrante. Tenés un bagaje emocional por todo lo que perdés. A medida que uno se hace más grande eso empieza a pesar. Ahora que los chicos son independientes te das cuenta todas las cosas que fuiste perdiendo. Pero a la vez nos sentimos orgullosos del camino que construimos. Eso te da un sentido de confianza extra con uno mismo».

En una interesante charla con la periodista Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo de Radio Brisas de Mar del Plata, Belén y Diego aportaron sus vivencias para un valioso espacio de reflexión sobre la vida del inmigrante y el desafío de vivir en aprendizaje permanente.