SER PERIODISTA… SER CIUDADANO

Mucha gente trabaja en el periodismo pero no todos ellos son periodistas. El recuerdo del fuego de Moreno, el que no pudo apagar el mar, debería ser la hoguera que abrigue la reflexión.

Tal vez no estemos a la altura de aquel cuya obra tornó en fecha nuestra profesión; tal vez no sean muchos los que hoy se atreven a jugar a suerte y verdad el deber sagrado del periodismo que no es otro que informar, opinar y fijar postura con la única condición de buscar la verdad de los hechos y sin otro criterio de selección.

No son buenos tiempos para la prensa, apoltronada en hablar de la «libertad de expresión» cuando en la Argentina millones de hermanos -invisibilizados, convertidos en mera estadística o utilizados como materia prima de operaciones interesadas- se debaten en la peor de las esclavitudes: la de la pobreza sin destino.

¿Modifica algo para ellos que, como verdaderos pavos reales, se los use para ganar un punto de ráting, vender un diario más o conseguir una pauta publicitaria?, ¿es verdadero periodismo involucrarse en las luchas por el poder político, editorial o económico?. ¿O deberíamos recordar que desde aquel ilustre muerto en alta mar, pasando por plumas soberbias de periodistas como Echeverría, Sarmiento, Mitre, Arlt, Lugones, Marechal, Jauretche, Monteagudo, Mariquita Sánchez de Thompson y tantos otros, fue moldeándose un modelo de nación que aún discutible no tenía otro motor que no fuese el amor a la patria?.

El periodismo argentino tiene una severa alcurnia de grandes hombres. Muchos de ellos llegaron inclusive a dirigir los destinos del país y lo hicieron porque esta profesión, durante casi un siglo que transcurrió entre mediados del XIX y las tres primeras décadas del XX, fue un faro de prestigio. ¿Lo es hoy?.

Si confundimos la profundidad del prestigio con la liviandad de la fama, podemos confundirnos. Y confundir a quienes nos ven, nos leen y nos escuchan.

No somos farándula, no somos estrellas, no somos empresarios; y mucho menos operadores al servicio del mejor oferente. Somos periodistas…lo que no es poco.

No es justo que seamos pobres -en definitiva el buen periodista debe esforzarse en el estudio cotidiano para tener las armas suficientes para entender y explicar, y eso lleva tiempo y esfuerzo- pero es que elegimos una profesión que en la Argentina es abusada desde hace muchas décadas. ¿Tal vez porque en un malhadado momento elegimos ponernos al servicio del poder de turno y priorizar nuestra seguridad personal por sobre el sagrado interés de la verdad?. Seguramente…

Bienvenidas entonces las salutaciones, los brindis y los besamanos, porque en muchos casos llegan desde la cordialidad y el respeto.

Pero nosotros, «los agasajados», deberíamos ocupar estas horas del 7 de junio y también el 8, el 9 y el 10 y el cada día, a reflexionar acerca de esta maravillosa vocación y preguntarnos con sinceridad si estamos a la altura de ella.

Tal vez al indagar en nuestros corazones estemos haciendo, quizás por primera vez, verdadero periodismo.

 

(Nota de Adrián Freijo publicada el 7 de junio de 2021)