Sin él, Tiger Woods no hubiese existido

Como si estuviera esperando un reconocimiento que tardé décadas en llegar ayer falleció a los 92 años, Charlie Sifford, un golfista negro que con su ejemplo cambió la historia. 

En 1978 el Gobierno de España premió a Saddam Hussein con el Collar de la Orden del Mérito Civil, la mayor distinción que puede obtener un civil o un ciudadano extranjero por «relevantes servicios al Estado, con trabajos extraordinarios, provechosas iniciativas o con constancia ejemplar en el cumplimiento de sus deberes». Queda claro con ello que los premios y condecoraciones no son siempre acertados. Menos aún en lo que se refiere al deporte. Y todavía menos en los tiempos recientes si nos atenemos al Balón de Oro que otorga la FIFA y que tantos dolores de cabeza y conversaciones de barra de bar genera. Por suerte no siempre es así.

El pasado 10 de noviembre de 2014, la Casa Blanca anunció la lista de premiados con el Medalla de Honor Presidencial, el más alto galardón que, al igual que nuestra Orden de Mérito Civil, puede recibir un civil o un ciudadano extranjero en Estados Unidos. Una lista en la que se incluía el nombre de Charlie Sifford, quizás uno de los golfistas más desconocidos de la historia, quizás el galardón más merecido.
Con 92 años, Charlie Sifford ha fallecido este 3 de febrero en Cleveland y quizás únicamente su muerte y el reconocimiento personal que le hizo Barack Obama haya servido para que el mundo del deporte recupere una de las más impresionantes batallas por la igualdad de los negros entre los profesionales.

«No es una exageración decir que sin Charlie yo no jugaría al golf». La frase la firma el mismo Tiger Woods, quien sin duda supuso la mayor satisfacción de Sifford en vida cuando le vio vestir la chaqueta verde del Masters de Augusta, un torneo que él nunca pudo disputar por el color de su piel. «¿Eres un cobarde?», le preguntó una vez Jackie Robinson, el pionero negro del beisbol estadounidense. «Le dije que no», prosigue en su autobiografía Just let me play (Sólo déjenme jugar). «Y me contestó: ‘Si no eres un cobarde, probablemente vas a experimentar algunas cosas que te harán serlo y querer abandonar».

Sifford supo a que se refería Robinson cuando llegaron los primeros abucheos en el Phoenix Open de 1952 -único torneo en que podían participar negros-. O cuando se produjeron las primeras amenazas de muerte vía telefónica en el Greater Greensboro Open de 1961. Incluso lo descubrió al encontrar heces humanas en uno de los trofeos que conquistó.

Simples anécdotas en la vida de un golfista que consiguió cambiar la norma de la PGA estadounidense de ‘sólo blancos’ y se convirtió en el primer jugador negro con tarjeta del circuito o, años más tarde, en el primer afroamericano en tener un lugar en el World Golf Hall of Fame. Una carrera en la que conquistó el Greater Hartford Open en 1967 y el Los Angeles Open en 1969, antes de conquistar el Senior PGA Championship en 1975, justo el año en que Lee Elder se convirtió en el primer negro con invitación para disputar el Masters de Augusta.

«Si no hubiera actuado como un profesional cuando me querían echar, si hubiera cometido una locura, hoy no habría negros jugando al golf. […] Estoy orgulloso de ello. Todas aquellas personas estaban en mi contra y ahora soy yo quien les mira desde arriba». Amén. DEP.