Por Adrián Freijo – En el Día de la Mujer es bueno que reflexionemos acerca de millones de seres humanos que, aún en nombre de sus derechos, sigues siendo tironeados por prejuicios y consignas.
¿Existió el patriarcado?…por supuesto. Violento, brutal, grosero y al fin aceptado como una normalidad que dejaba fuera de sus derechos elementales a la mitad de la población del mundo.
¿Está vivo?…no menos cierto. Desarmar siglos de una cultura machista, incorporada a la sociedad y al individuo como algo natural llevará mucho tiempo, mucha educación y varias generaciones de seres humanos que nazcan en un mundo distinto en el que estas cosas -como las costumbres de las cavernas o la sociedad de la Edad Media- queden en el recuerdo como parte de la evolución humana en la larga y rica lucha por encontrar el equilibrio natural.
¿Vamos por el buen camino?…a no dudarlo. Cuando se trata de avances sociales tan solo instalar un tema, debatirlo, proponer, movernos en algún sentido, ya se convierte en parte de la solución. Hoy nadie duda acerca de la necesidad de equiparar derechos, posibilidades, responsabilidades en la toma de decisiones y la búsqueda de la equidad laboral, económica y de acceso a todas las posibilidades que, pese a los avances, sigue marcando una inexplicable diferencia de género. Siempre, un diagnóstico es el principio de la cura de cualquier enfermedad; y el machismo lo es.
Tal vez hoy comprendamos la gravedad de la distorsión que, con paciencia y desatención, hemos construido en torno nuestro: la cantidad de femicidios, violencias físicas y morales, agravios y desprecios, situaciones de sometimiento y esclavitud y abusos de todo tipo que hoy la información nos permite conocer, ponen a la mujer en la situación de víctima de un sistema que la ignoró o la minusvaluó durante siglos.
Y lo que es más grave, lo naturalizó. A punto tal que nos obliga a todos a mirarnos hacia adentro, hacia nuestro pasado, para comprender que muchos de esos abusos -disfrazados del triste traje de «la autoridad paterna»– también fueron cometidos, a veces en nombre del amor y la familia, por nosotros mismos.
En el camino hacia ese nuevo tiempo vamos a vivir, como siempre ha ocurrido en todos los procesos de cambio, exageraciones, fanatismo y enfrentamientos. Lo natural decanta, lo panfletario empuja; pero muchas veces hace falta un poco de esto para conseguir mucho de aquello.
Marcharán las mujeres militantes y su presencia nos recordará en cada consigna, por fuerte que esta sea, la necesidad de acentuar el cambio de mentalidad y alumbrar un nuevo tiempo. Aunque a veces en sus enojos y pretensiones parezca esconderse un tufillo de suplantación y no de complementación.
Pero junto a ella, por las calles, en los hogares, en las escuelas, en el deporte, en las empresas, en las artes, en el periodismo, en el derecho, en el comercio, en la industria, en el campo y en cada rincón de la Argentina y el mundo millones de mujeres caminarán seguras hacia un futuro en el que ya nadie discuta su condición de actor pleno de una sociedad integrada.
Como siempre debió ser y como seguramente será. Sin mandatos ni estereotipos…simplemente mujer.